Más autocrítica

 

La reflexión sobre nuestra trayectoria nos ha obligado, como se ve, a percibir de una manera más madura y coherente el papel de la ideología y el carácter de las tareas que de ella emanan; pero también nos ha obligado a madurar en la percepción de nuestro trabajo práctico y a someterlo a una severa crítica cuyas conclusiones nos conminan a rectificar elementos fundamentales de nuestra anterior línea de masas . Esta última era el producto de dos tipos de errores: de método y de concepción.

Los errores de método son los que están relacionados con el análisis de los elementos dialécticos del proceso de Reconstitución en su fase actual y que nos habían conducido a la separación, al desligamiento de hecho, entre nuestra actividad teórica y nuestra actividad práctica.

En concreto, las causas de los errores consistieron en que, primero, absolutizamos la contradicción fundamental que rige de forma general todo el proceso de Reconstitución (la existente entre vanguardia teórica y vanguardia práctica), observándola no sólo como la contradicción principal, sino como la única, y considerando los problemas teóricos y prácticos de la organización de la vanguardia teórica como su aspecto principal , mientras que el trabajo de masas con la vanguardia práctica pasaba a un plano secundario . En segundo lugar, asimilamos mecánicamente las tareas del Plan en su fase actual a esa dicotomía, dividiéndolas en principales (incluyendo en ellas las tareas teóricas : formación, investigación, elaboración, etc.), por un lado, y secundarias (o tareas prácticas : principalmente el trabajo de masas con entidad superior a la propaganda y a los contactos aislados), por otro. De esta manera, desvinculamos la unidad orgánica que debe existir entre vanguardia organizada y línea de masas, provocando el divorcio entre teoría y práctica en nuestra política, a través de un proceso de internalización de la actividad teórica y otro de externalización de nuestra actividad práctica. La falta de un análisis del complejo dialéctico que subyace en el proceso de Reconstitución y la reducción de este complejo a su forma general, a la contradicción vanguardia teórica-vanguardia práctica, en la que el aspecto secundario se presentaba como inasimilable al principal, como externo a él, porque, tomado en conjunto, como bloque homogéneo, como vanguardia práctica en general , no satisfacía las necesidades políticas de la actual fase de la Reconstitución (en particular, las de naturaleza más teórica), condujo a que la labor interna fuese adquiriendo sustantividad como tal actividad exclusivamente interna, mientras que el objetivo del trabajo de masas se percibía cada vez más como algo ajeno a las necesidades políticas más acuciantes e inmediatas y, por tanto, cada vez más su práctica era apreciada como simple experiencia , a tener en cuenta en el futuro, cuando comenzásemos a abordar las cuestiones ligadas a la tercera fase de la Reconstitución (vinculación con la vanguardia práctica más integrada en el movimiento de masas espontáneo y elaboración del Programa). La política necesaria , identificada con los puntos más teóricos del Plan, por un lado, y, por otro, la práctica de masas vista cada vez más como actividad secundaria y experimental, sólo verdaderamente útil cuando las demandas teóricas del Plan se hubieran cubierto en lo fundamental, conllevaba no sólo la separación entre la teoría y la práctica de nuestra actividad política, vaciando de todo contenido nuestra línea de masas, sino que también terminó reduciendo conceptualmente nuestra visión del trabajo de masas bajo la forma de trabajo de masas en general , sin matices, sin capacidad para aprehender las diferencias entre los distintos sectores de la vanguardia proletaria, que eran percibidos cada vez más en bloque, como una masa gris y homogénea. Y la concepción cada vez más consolidada de una línea de masas aplicada como trabajo de masas en general terminó proyectando su abstracta mediocridad de concepto hacia su propio objeto: el obrero medio de la vanguardia práctica, el militante del movimiento de resistencia y, en especial, del miembro del sindicato con conciencia de clase en sí se convertía, de este modo, en el prototipo del futuro comunista cuya conciencia sería conquistada una vez que retomásemos en serio el trabajo de masas, armados ya con una teoría revolucionaria elaborada (principios y línea, productos principales de las dos primeras fases del Plan de Reconstitución). Nuestra línea de masas se hizo inútil para la Reconstitución, entonces, como línea de masas sindicalista .

Los errores de método en la aplicación de las directrices de la Tesis de Reconstitución para el cumplimiento del Plan acarrearon como consecuencia errores de concepción de la naturaleza misma del asunto que nos traíamos entre manos, y en particular, el modo de entender cómo prospera el curso de la Reconstitución, cuáles son los mecanismos que la hacen viable y que permiten su desarrollo. En concreto, no comprendimos correctamente la naturaleza de la mediación dialéctica en el trabajo de masas. Esta mediación implica que no se puede conquistar la conciencia de las masas –ni de las masas en general, ni de los sectores de la vanguardia que actualmente componen nuestras masas directamente desde la ideología comunista, sino que se necesita la intermediación de determinados factores y de una determinada práctica para que pueda tener lugar esa transformación subjetiva.

La incomprensión de la mediación dialéctica es la forma filosófica que adoptó el espontaneísmo que comenzó a dominar nuestro método de trabajo, según el cual pretendíamos establecer una relación directa, inmediata , entre nuestra organización como destacamento de vanguardia ideológica y la vanguardia práctica. Esta pretensión nos llevó a caer en un error de idealismo, pues, en nuestra representación del trabajo de masas, pusimos a esa vanguardia práctica frente a nosotros como objetivo de nuestra línea de masas, de manera que no sólo reducíamos todas la contradicciones de la etapa de Reconstitución a una (vanguardia teórica-vanguardia práctica), sino que también reducíamos toda la atomización organizativa de la vanguardia teórica a nuestra única organización. Fabricábamos forzadamente, así, una contradicción artificial (PCR-vanguardia práctica), con la que mentalmente operábamos de hecho en nuestro trabajo de masas, que por ser espuria no disponía de una base material que permitiera ser objeto del análisis científico; más bien, constituía una antinomia, una contradicción falsa.

Desde el punto de vista del materialismo dialéctico, la mediación significa el reconocimiento de la interacción y de la interrelación entre los elementos, de que nada es inmediatamente igual a sí mismo, sino a través de lo otro y de su contrario; la mediación, en definitiva, es el reconocimiento de la contradicción[1]. El marxismo, por lo tanto, nos exige un esfuerzo de análisis de las contradicciones y de las interrelaciones, y se opone a todo espontaneísmo intelectual o político, como, por ejemplo, la acción directa anarquista.

Al contrario de lo que se cree comúnmente, la acción directa no es un llamamiento a la violencia inmediata, sino una especie de concepto político que propugna que los afectados solucionen directamente sus problemas por sí mismos , lo cual implica la negación de toda mediación, de todo intermediario entre la causa del problema y sus damnificados, incluyendo la política o toda ideología extraña que, desde fuera , pueda influir en su solución. El espontaneísmo ácrata niega, así, todo papel a la organización política y a la política misma (al poder político) como instancia necesaria de la actividad práctica revolucionaria. Más aún, como niega toda construcción teórica mediadora, el anarquismo es intelectualmente espontaneísta (hasta el extremo de llegar al nihilismo político, como en el caso de Necháev) y prescinde de toda aportación que no surja del movimiento mismo. El comunismo, como concepción integradora de los grandes aportes del saber universal, es rechazado como inspirador político porque, como referente externo, impone un hiato que separaría al sujeto del camino directo del objetivo revolucionario. El comunismo, efectivamente, crea una visión científica (materialismo histórico y materialismo dialéctico) y, desde la asimilación de las leyes objetivas del desarrollo de la materia, construye los instrumentos necesarios para que el sujeto revolucionario pueda, ciertamente, alcanzar su objetivo de autoemancipación. Ya desde el primer paso, el de la conciencia , comunismo y anarquismo se separan radicalmente: la compleja problemática acerca del desarrollo de la conciencia del proletariado que plantea el marxismo y que le conduce hacia la teoría de la vanguardia, es rechazado absolutamente por el espontaneísmo del anarquismo, que confía en que el proletariado en su conjunto adquirirá conciencia revolucionaria a través de su experiencia económica. Lógicamente, las divergencias entre ambas escuelas se acentuarán ante cuestiones derivadas como el partido revolucionario y la Dictadura del Proletariado, instancias intermedias que el marxismo considera necesarias para abrir el camino entre el proletariado y el Comunismo.

El marxismo sigue fielmente el significado etimológico de la palabra conciencia , que se construye a base de la preposición latina cum , que significa con , y del verbo scire , que significa saber . Conciencia significa, entonces, con el saber ; es decir, la conciencia no es el producto inmediato del reflejo de la realidad sobre nuestra mente, como se deduciría de toda concepción del mundo espontaneísta como la anarquista (materialismo mecanicista); al contrario, la conciencia es la adquisición con el saber , con la ciencia ( con-ciencia ), de toda percepción de la experiencia. El marxismo, pues, construye su cuerpo doctrinal y su ideario desde la ciencia, y lo mismo cabe decir de todos sus instrumentos políticos. Esta remisión desde el movimiento real a la ciencia es el procedimiento por el que la ideología de clase se presenta como la primera mediación necesaria y como la condición de la posibilidad de aquel movimiento real como movimiento revolucionario , como movimiento consciente dirigido por una ideología de vanguardia. La remisión a la instancia ideológico-científica supone un extrañamiento desde el movimiento, una proyección desde sí mismo como movimiento espontáneo que obliga al abordaje de cuestiones fundamentales no relacionadas directamente con la marcha del movimiento, pero necesarias para activar su aspecto revolucionario (reconstitución ideológica del comunismo –aspecto teórico– y construcción de la vanguardia –aspecto práctico y organizativo–, primero, y Reconstitución del Partido Comunista, después). La ideología es quien nos ofrece esa perspectiva de transformación a largo plazo y quien nos informa del potencial revolucionario del proceso social espontáneo. Por eso, para el marxismo, la fuerza política radica en la firmeza ideológica[2], mientras que el anarquismo pocas veces da importancia a las representaciones ideológicas y se remite a las posibilidades del movimiento mismo.

Nuestra organización siempre tuvo presente, desde su fundación, la importancia de la instancia ideológico-consciente y de las tareas particulares que traía consigo. De hecho, el peso otorgado a actividades organizativas relacionadas con esa faceta ideológica, como la prioridad de la formación, fue el primer elemento diferenciador que nos separó del resto de las organizaciones que decían perseguir objetivos parecidos a los nuestros. Sin embargo, como ya hemos señalado, ha sido en el último periodo, a la luz de los resultados de nuestra experiencia, que hemos tomado conciencia de que el factor ideológico-consciente tiene una trascendencia aún mayor en la preparación y desarrollo de la revolución. De esto hablaremos más adelante con mayor detalle. Ahora, lo que nos interesa resaltar es la importancia de la mediación de las instancias a través de las cuales se resuelve la continuidad del proceso histórico revolucionario, en especial consideración a la primera de ellas, la esfera ideológica, cuya reconstitución resulta imprescindible para que el comunismo reconquiste la posición de vanguardia ideológica, para que el marxismo-leninismo recupere la dirección del movimiento obrero, pero que será imposible sin la adquisición de la conciencia, de los instrumentos teóricos necesarios a través de la ciencia. Ésta es una exigencia básica para la construcción de la vanguardia, sin la cual no será posible la educación de las masas y, en consecuencia, la ulterior elevación de la segunda gran instancia mediadora en el proceso revolucionario, el Partido Comunista. Al contrario, tanto nos estábamos alejando de una comprensión más profunda de los requerimientos ideológicos y científicos (entendidos también en su dimensión práctica, educativa) de la conciencia revolucionaria que nos íbamos deslizando hacia lo que precisamente nosotros habíamos criticado a otros (como el Frente Marxista-Leninista de España y el Comité de Organización). La falsa contradicción (antinomia) que nosotros mismos nos habíamos fabricado entre nuestra organización y la vanguardia práctica, y que habíamos elevado a contradicción principal en el actual momento del desarrollo del proceso de Reconstitución, nos condujo a subestimar, de manera inconsciente pero real, la obra de liquidación del revisionismo sobre nuestra tradición ideológica, política y organizativa, y, por consiguiente, a sobreestimar el impacto que nuestra política, en el actual grado de elaboración y aplicación , pudiera ejercer sobre la conciencia actual de los trabajadores que ya poseen conciencia de clase ( en sí ). Llegamos a pensar que no hay ningún eslabón intermedio entre el cumplimiento –incluido el cumplimiento por nosotros mismos– de las principales tareas de elaboración teórica y el acceso a las masas que conforman la vanguardia práctica, y que bastaba el desarrollo puramente cuantitativo de esa elaboración teórica para dar ese salto hacia la práctica como actividad principal a partir de un momento dado.

Nuestro limitado grado de asunción del marxismo-leninismo y el abismamiento por el cumplimiento de las tareas cotidianas nos hicieron perder la perspectiva y olvidarnos del sentido profundo de lecciones que el leninismo nos legó de manera explícita (como la tesis de Lenin de que a las masas no se las puede ganar directamente desde la propaganda de los principios del comunismo, sino que es preciso un intermediario , su experiencia práctica) y con las que nosotros mismos construimos bases políticas tan importantes como la Tesis de Reconstitución , que insiste precisamente en las transiciones necesarias para que los principios del comunismo puedan ser traducidos y asimilados por las masas. Los sucesivos pasos que conducen desde los Principios a la Línea política y, desde ésta, al Programa , constituyen los sucesivos eslabones de la cadena que permite la asimilación del comunismo a través de círculos concéntricos cada vez más amplios, cuyos radios de acción van incluyendo paulatinamente a sectores tanto más extensos de las masas avanzadas de la clase. Cada una de esas transiciones, empero, requiere un análisis concreto y una definición de tareas teóricas y prácticas, así como un vínculo entre ellas, una línea de masas. Nuestro error, derivado de la separación en nuestra mente de los problemas teóricos y prácticos de la Reconstitución como problemas principales y secundarios , nos condujo a la falsa concepción de que esas transiciones se mantenían y resolvían, siempre y en lo fundamental, en el plano de la teoría, y que no existía ninguna actividad práctica de masas importante ligada a ella, salvo, como mucho, al arrumbar la última transición en busca de la vanguardia práctica y del Programa revolucionario. Tanta presión ejercía –y ejerce– sobre nuestras conciencias la mentalidad sindicalista, la falsa idea de que sólo existe un trabajo de masas real, verdadero , que ya planteábamos impacientemente como tarea la preparación exitosa de la tercera fase de la Reconstitución (la fase “político-práctica” de ganar a la vanguardia práctica). Deseosos de abordar el trabajo más familiar para nosotros –el trabajo codo a codo con las masas– teníamos puesta la mirada más en el futuro que en el presente, y con semejante actitud intelectual descuidamos el análisis de la peculiaridades de la etapa en la que nos encontrábamos realmente. Ahora hemos debido rectificar en este punto y esforzarnos por cambiar nuestra visión sobre el ordenamiento e interrelación de las contradicciones que están en la base del proceso de Reconstitución, abandonando principalmente la idea de que el obrero medio del sindicato, el obrero con conciencia sindical, debe ser el objetivo político inmediato de nuestro trabajo de masas. La tarea más urgente desde los intereses de una línea de masas correcta, es decir, desde la perspectiva de la recuperación de la unidad entre teoría y práctica en nuestro trabajo político, es la de definir y concretar el círculo de vanguardia inmediato que debemos ganar para la causa de la Reconstitución y del comunismo, así como el entorno y los medios necesarios para ello. Igualmente, debemos considerar en el futuro –también en aras de esa unidad– a esos círculos objetivo de nuestra línea de masas simultáneamente como objeto y sujeto de las tareas del Plan de Reconstitución .

Por su carácter científico, el marxismo-leninismo no puede ser asimilado de forma espontánea ni directa por el proletariado. Igual que el resto de las ciencias, puede ser comprendido en primera instancia por determinados elementos individuales especialmente predispuestos para ello, pero requiere de una serie de instrumentos cuando de lo que se trata es de que forme parte de la clase, de que sea incorporado a su movimiento. Esos instrumentos son los medios a través de los cuales el marxismo-leninismo se va adecuando conceptualmente al lenguaje y a la recepción intelectiva de cada vez más y más básicos sectores de las masas proletarias. Es algo parecido a lo que sucede –si se nos permite el símil– con la cadena alimentaria. Ésta se rige por el principio de organización de las especies en orden a una escala predatoria en la cual cada una de ellas se alimenta de la anterior y sirve, a su vez, de alimento a la siguiente. La dialéctica que regula la cadena trófica se basa en la contradicción entre materia orgánica y materia inorgánica, es decir, el ciclo de transformación de la una en la otra. En este ciclo, los minerales (calcio, fósforo, hierro, etc.) y otras sustancias básicas imprescindibles para la vida son transformadas en materia orgánica gracias al mecanismo de fotosíntesis de las plantas; cuando los vegetales son ingeridos por los animales herbívoros, éstos metabolizan aquellas sustancias gracias a la forma orgánica en que se presentan; y de la misma manera sucede cuando el herbívoro es cazado por el carnívoro: éste asimilará los materiales básicos necesarios para la vida de la única forma posible para él, o sea, no directamente, sino a través de la fisiología del herbívoro. Algo parecido ocurre con la ideología proletaria: no puede ser asimilada directamente por la clase sino mediante su asunción por parte de sus sectores más avanzados cultural y teóricamente, de los que va apoderándose paulatinamente y desde los que va ensanchando su influencia a sectores cada vez más amplios y cada vez más ligados con los estratos más profundos de la clase, recorriendo esa especie de cadena alimentaria del comunismo a través de cuyos eslabones los principios puros del marxismo-leninismo se van metabolizando hasta hacerse comprensibles para la gran mayoría de las masas proletarias a través de un escalafón sucesivo de problemáticas, inquietudes y reivindicaciones. En este proceso, el marxismo-leninismo comienza resolviendo los problemas teóricos fundamentales que requiere la próxima reanudación del movimiento obrero como movimiento revolucionario ( reconstitución ideológica ), recuperando su carácter de ideología de vanguardia sobre la base de la lucha ideológica y política contra las formas oportunistas de resolver esos problemas, derrotándolas e incorporando en sus filas a lo mejor de sus masas , a sus elementos honestos y válidos para la continuación del proceso de construcción de la vanguardia proletaria . Es de este modo como nuestra línea de masas, dirigida a la conquista de esos círculos teóricamente avanzados de la clase ( vanguardia teórica ), los observa como objetivo político precisamente para incorporarlos como sujetos de la Reconstitución.

Más adelante desentrañaremos el sentido de todos estos aspectos nuevos que han ido surgiendo en nuestra visión del proceso de Reconstitución. Ahora, para terminar de exponer el problema de la mediación y de dar una idea general del papel que juega en un proceso como es el de la Revolución Proletaria, expondremos de manera general, ya fuera de toda consideración particular sobre la forma más o menos incorrecta con que nuestra política lo trató, el sentido que adquiere desde la perspectiva histórica del proceso social. Nos ayudaremos para ello del siguiente diagrama:

 

En el nivel superior está resumida la historia de la Humanidad, que, desde cierto punto de vista, puede ser interpretada como el paso de la sociedad sin clases, pero en estado de necesidad ( Comunismo Primitivo ), a la sociedad sin clases en estado de libertad ( Comunismo ). Pero este paso no puede darse sino a través de la sociedad de clases, cuyo principal expediente es el desarrollo de las fuerzas productivas, y que hemos resumido en la locución Revolución Comunista , porque en ésta se presentan concentradas todas las contradicciones de la sociedad de clases que deben ser resueltas antes de alcanzarse la fase histórica superior. De alguna manera, entonces, la historia de la Humanidad puede ser considerada como un simple intermedio hacia un estadio en el que la Humanidad pueda desenvolverse plena y libremente, desembarazada ya de las servidumbres de la escasez y la desigualdad. En realidad, no sería sino lo que el propio Marx definía como “la prehistoria de la Humanidad”.

Pero la Revolución Comunista requiere otro ínterin. Se trata de la construcción de aquellos instrumentos necesarios para realizarla. La Historia y la Revolución, ciertamente, la hacen las masas, pero no directamente , sino a través de aquellos instrumentos. Los vemos representados en el segundo nivel, y sobre ellos nos hemos centrado principalmente al tratar la insuficiente comprensión del concepto de mediación dialéctica en nuestro trabajo como organización. Los instrumentos a los que nos referimos son la Ideología , el Partido Comunista y la Dictadura del Proletariado ; pero hemos subrayado el paso del primero al segundo porque, igualmente, la transformación de la Ideología en Partido Comunista requiere otro intervalo político con sus tareas específicas dedicadas a la reformulación y reafirmación de los Principios del comunismo y su concreción en Línea política y, después, en un sentido más profundo, en Programa revolucionario. De este forma llegamos al último nivel, en el que, por decirlo así, nos hallamos ahora mismo: el intermedio necesario para resolver los problemas teóricos y prácticos de la reconstitución ideológica del comunismo y la construcción de su vanguardia , problemas cuya solución se encuentra dentro del campo de la lucha de dos líneas llevada a cabo a todos los niveles por los marxistas-leninistas contra las corrientes de distinto pelaje que orientan o pretenden orientar al movimiento proletario, y cuya solución se nos presenta como premisa necesaria para que el comunismo pueda transformarse en la ideología de vanguardia del proletariado.

En resumen, el marxismo contiene la exigencia de que toda empresa dirigida a la emancipación de la Humanidad en el Comunismo realice constantemente el esfuerzo crítico de analizar la naturaleza dialéctica del proceso en todos y en cada uno de sus momentos con el fin de dilucidar los medios que su continuidad requiere como necesarios.

Notas:

[1]“Todo lo que existe está en relación, y esta relación constituye lo verdadero de toda existencia. Así lo que existe no es para sí de un modo abstracto, sino solamente en lo otro, y en este otro está en relación consigo mismo; y la relación absoluta es la unidad de la relación consigo mismo y de la relación con lo otro.” (HEGEL, G. W. F.: Lógica . Madrid, 1971; pág. 223 ­ § 135, Zusatz ).

[2]“La educación ideológica es el eslabón clave que debemos empuñar firmemente en nuestro trabajo por unir a todo el Partido para la gran lucha política. De no proceder así, el Partido no podrá cumplir ninguna de sus tareas políticas.” (MAO TSE-TUNG: Citas del Presidente Mao Tsetung (Libro rojo). Pekín, 1972; pág. 152).