¿Un nuevo revisionismo? ¿De veras?
Hoy, cuando la vanguardia del proletariado comienza a
despertar y una parte de ella se reclama del marxismo-leninismo a través de una
defensa de los principios fundamentales de la ideología proletaria, muchos de
quienes enarbolan la bandera de lucha contra el revisionismo más descarado, no
hacen sino encubrir y profundizar en su propio revisionismo, camuflándolo como
ortodoxia, defensa férrea del comunismo, etc. Buena prueba de ello es el texto
del PCOE aparecido en Análisis nº 3 de septiembre de 2004, titulado ¿Un
nuevo revisionismo?, que pretende ser una contribución a la lucha contra
éste y un intento de dar lustre, en concreto al término y concepto de dictadura
del proletariado.
Acerca del revisionismo
Sin embargo, ya desde el principio se comienza
tergiversando el origen y desarrollo del revisionismo y se finaliza, de
facto, negando la dictadura del proletariado; ya desde la primera línea se
trata de que el mismo Lenin sentencie su incomprensión, o, peor aún, su
tergiversación sobre el origen y desarrollo del revisionismo, que es
considerado como “un fenómeno universal que toma vida en condiciones
especiales, las que el capitalismo transita, más menos pacíficamente [sic]”.
Por el contrario, Lenin, en su opúsculo Marxismo y revisionismo, nos
informa:
“Pero cuando el marxismo hubo desplazado a todas las
doctrinas más o menos integrales que le eran hostiles, las tendencias que en
ellas se albergaban comenzaron a buscar otros caminos. Las formas y las causas
de la lucha cambiaron, pero la lucha continuó. Y el marxismo comenzó su segundo
medio siglo de existencia (década del 90 del siglo pasado [del siglo XIX])
enfrentando una corriente hostil en el mismo marxismo. [...].
El socialismo premarxista ha sido derrotado. Continúa
luchando ya no en su propio terreno, sino en el del marxismo, como
revisionismo.”[1]
Donde queda claro que
el revisionismo surgió tras la victoria del marxismo sobre el resto de
corrientes a las que se enfrentaba por la hegemonía ideológica entre la
vanguardia de la revolución. A partir de ahí, el revisionismo ha proliferado en
el seno del marxismo, desde corrientes o interpretaciones ajenas a éste, hasta
que, tras un prolongado periodo de socavamiento de los principios
marxistas-leninistas, acaba por hegemonizar la ideología del proletariado
después de la muerte de Stalin. Y desde entonces, a pesar de su bancarrota,
escenificada con la caída del Muro de Berlín, es la ideología dominante entre
la vanguardia de la clase obrera.
Por así decirlo, hoy
nos encontraríamos en un periodo similar (salvando las diferencias históricas)
al descrito por Lenin en Acerca de algunas particularidades del desarrollo
histórico del marxismo, en el cual, después del periodo de auge de la
revolución de 1905, el proletariado ruso y su vanguardia revolucionaria caen en
la “sumisión”, el “arrepentimiento” y la “pasión por las doctrinas
antisociales, místicas”[2].
Lenin indica que este cambio brusco de las posiciones políticas del
proletariado revolucionario eran debidas a la incompleta asunción de la teoría
marxista.
“Millones de seres, despertados de pronto de un largo
sueño, colocados de súbito ante problemas importantísimos, no podían mantenerse
mucho tiempo a esa altura, no podían avanzar sin interrupciones, sin retornar a
las cuestiones elementales, sin una nueva preparación que les ayudara a
‘digerir’ las enseñanzas, sin precedente por su valor, y a poner a una masa
incomparablemente más amplia en condiciones de avanzar de nuevo, pero ya de un modo mucho
más seguro, mas consciente, con mayor confianza y con mayor consecuencia.”[3]
La oportunidad de
esta cita reside en la comparación de dos momentos históricos de máxima
importancia para la clase obrera. En la época actual nos encontramos en una
coyuntura de mayor calado histórico que la descrita por Lenin, tanto en lo referente
a la derrota ideológica, como a su localización, puesto que la derrota de 1905
no afectó a la línea ideológica y política de los marxistas revolucionarios
rusos, y su carácter más local que universal trajo una revisión del marxismo
que no afectaba a toda su cosmovisión. Sin embargo, la derrota sufrida por el
comunismo en el anterior ciclo revolucionario (1917-1991)[4], le
confiere a ésta un carácter universal que afecta a todos los planteamientos de
fondo de nuestra ideología. Estas circunstancias nos obligan a hacer una
revisión crítica (balance) de todo el anterior ciclo revolucionario,
fundamentalmente de los aspectos ideológicos que lo conformaron (reconstitución
ideológica del comunismo) y políticos; sobre todo, lo referente a la
construcción de partidos comunistas (Reconstitución del Partido Comunista).
“El reflejo de ese cambio ha sido una profunda
disgregación, la dispersión, vacilaciones de todo género, en una palabra, una
crisis interna sumamente grave del marxismo. La resistencia decidida a
esa disgregación, la lucha resuelta y tenaz en pro de los fundamentos
del marxismo se ha puesto de nuevo a la orden del día. Capas
extraordinariamente amplias de las clases que no pueden prescindir del marxismo
al formular sus tareas, lo habían asimilado en la época precedente de un modo
extremadamente unilateral, deforme, aprendiéndose de memoria unas u otras
‘consignas’, unas u otras soluciones a los problemas tácticos y sin
comprender los criterios marxistas que permiten valorar esas soluciones. La
‘revisión de todos los valores’ en las diversas esferas de la vida social ha
conducido a la ‘revisión’ de los fundamentos filosóficos más abstractos y
generales del marxismo. La influencia de la filosofía burguesa en sus más
diversos matices idealistas se deja sentir entre los marxistas en forma de
epidemia machista[5]. La repetición de
‘consignas’ aprendidas de memoria, pero no comprendidas ni meditadas, ha
conducido a una amplia difusión de la fraseología huera, concretada de hecho en
tendencias que no tienen nada de marxistas, en tendencias pequeñoburguesas como
el ‘otzovismo’[6] abierto o tímido, o como
el reconocimiento del ‘otzovismo’ en calidad de ‘matiz legítimo’ del marxismo.”[7]
Hoy, como en aquella
época, vuelve ha estar en el orden del día “la lucha resuelta y tenaz en pro
de los fundamentos del marxismo”, pero, también, como en la citada época,
existen grupos (PCOE entre ellos) que tratan de luchar en pro de esos
fundamentos del marxismo, “sin comprender los criterios marxistas” que
permiten valorar aquellas consignas (lucha contra el revisionismo y dictadura
del proletariado), adoptando un criterio pequeñoburgués en la valoración y
defensa de estos “fundamentos”, y por lo tanto, negándose la posibilidad
de ser vanguardia efectiva del proletariado. Hoy, como entonces, se puede
deducir fácilmente que el revisionismo en parte es fruto de la
incompleta asimilación alcanzada por la vanguardia del socialismo científico,
esto es, (en nuestra época) del marxismo-leninismo; lo cual, a su vez, pone de
manifiesto que a la lucha de dos líneas por la reconstitución ideológica del
comunismo aún le queda mucho camino por andar; y además pone en evidencia la
incorrecta política de formación de cuadros comunistas, y la consiguiente línea
de elevación de la clase hacia su vanguardia.
Por otra parte, afirmar que el revisionismo se
manifiesta cuando el capitalismo discurre pacíficamente, es una manifiesta
tergiversación o incomprensión de lo expuesto por Lenin, que habla, en
realidad, del desarrollo pacífico de la lucha de clases del proletariado:
“El derrumbe de la II Internacional es el derrumbe del
oportunismo socialista, el cual ha crecido como producto de la anterior época
‘pacífica’ en el desarrollo del movimiento obrero. Esta época enseñó a la clase
obrera a utilizar medios de lucha tan importantes como el parlamentarismo y
todas las posibilidades legales para crear organizaciones de masas económicas y
políticas, una prensa obrera ampliamente divulgada, etc.; por otro lado, esta
época creó una tendencia a negar la lucha de clases y a predicar la paz social,
a negar la revolución socialista, a negar en principio las organizaciones
ilegales, a reconocer el patriotismo burgués, etc. Ciertas capas de la clase obrera
(la burocracia del movimiento obrero y la aristocracia obrera, quienes
recibieron de la burguesía migajas de las ganancias obtenidas con la
explotación de las colonias y de la posición privilegiada de su ‘patria’ en el
mercado mundial), así como los compañeros de ruta pequeñoburgueses dentro de
los partidos socialistas se han mostrado como el principal soporte social de
estas tendencias y como los conductores de la influencia burguesa en el
proletariado.”[8]
Y aproximadamente un
año después se manifiesta en términos similares:
“El carácter relativamente ‘pacífico’ del período
comprendido entre 1871 y 1914 ha alimentado el oportunismo, primero como estado
de ánimo, luego como tendencia y, finalmente, como grupo o sector
de burocracia obrera y compañeros de ruta pequeñoburgueses. Sólo pudieron tales
elementos subordinar el movimiento obrero reconociendo de palabra los objetivos
revolucionarios y la táctica revolucionaria. Sólo pudieron conquistar la
confianza de las masas jurando que todo el trabajo ‘pacífico’ no era sino una preparación
para la revolución proletaria. Esa contradicción era un tumor que alguna vez
había de reventar y ha reventado. Ahora toda la cuestión consiste en decidir
si, como hacen Kautsky y Cía., hay que intentar introducir nuevamente ese pus
en el organismo, en aras de la ‘unificación’ (con el pus), o si, para
contribuir a la completa curación del organismo del movimiento obrero, es
menester eliminar esa podre del modo más rápido y cuidadoso, aunque este
proceso produzca temporalmente agudo dolor.”[9]
Las citas de Lenin nos informan claramente de que no
debemos identificar la lucha de clases del proletariado, que comprende todos
los aspectos de su vida política, económica, social, etc., bien sea ésta
pacífica o no, con las luchas por reivindicaciones económicas de la clase
obrera. Ni mucho menos con las acciones militares que la burguesía realiza como
guerras de rapiña imperialista, y que ésta puede realizar con una relativa paz
social (lucha de clases reivindicativa), como es el caso actual, donde el
proletariado, a través de su oposición a la guerra (una de las manifestaciones
de su lucha de clases) no consiguió alterar en lo más mínimo los planes del
imperialismo, clara muestra del desarrollo pacífico que atraviesa la lucha de
clases a pesar de lo multitudinarias que fueron.
En los períodos de aguda lucha de clases, además del
oportunismo derechista, el revisionismo encuentra otros cauces para intentar
desviar al proletariado de sus objetivos históricos, aunque en este caso
disfrazado de ultraizquierdismo (basta recordar los episodios protagonizados
por Trotsky, Bujarin en su etapa de comunista de izquierda, etc.,
durante la edificación del socialismo en la URSS). Si no se advierte y educa a
la clase sobre este revisionismo de izquierdas se la deja desarmada
frente a sus enemigos de clase, pues da pie a relajar la vigilancia ideológica
en los periodos más comprometidos de su lucha de clases, en la revolución y en
la construcción del socialismo, abriendo las puertas a cualquier tendencia
seudorevolucionaría con tal de que se autodenomine marxista o revolucionaria.
Quizás, para concluir, al menos de momento, este
somero análisis sobre las causas y el cuándo del revisionismo, convendría
repasar el siguiente párrafo de Lenin, de capital importancia para
comprenderlo, identificarlo y combatirlo con éxito:
“Finalmente, una causa muy importante de discrepancias
entre los militantes del movimiento obrero reside en los cambios de táctica de
las clases dominantes, en general, y de la burguesía, en particular. Si la
táctica de la burguesía fuese siempre igual, o, por lo menos, del mismo tipo,
la clase obrera aprendería rápidamente a responder a ella con una táctica
también igual y del mismo tipo. Pero, de hecho, la burguesía en todos los
países establece, inevitablemente, dos sistemas de gobierno, dos métodos de
lucha por sus intereses y en defensa de su dominio, métodos que van
alternándose o que se entrelazan en distintas combinaciones. Es, en primer
término, el método de la violencia, el método que no admite concesión alguna al
movimiento obrero, el método que apoya a todas las instituciones viejas y ya
caducas, el método que rechaza rotundamente las reformas. Esta es la esencia de
la política conservadora, que, en Europa Occidental, es cada vez menos, la
política de las clases terratenientes para convertirse cada vez más en una de
las variedades de la política general burguesa. El segundo método es el del ‘liberalismo’,
el de los pasos hacia el desarrollo de los derechos políticos, hacia las
reformas, las concesiones, etc.
Cuando la burguesía pasa al empleo de uno u otro
método, no lo hace obedeciendo al cálculo perverso de personas aisladas, ni
tampoco por mera casualidad, sino en virtud del carácter profundamente
contradictorio de su propia situación. Una sociedad capitalista normal no puede
desarrollarse con éxito sin un régimen representativo consolidado, sin conceder
ciertos derechos políticos a la población, que no puede dejar de distinguirse
por sus exigencias ‘culturales’ relativamente elevadas. Esta exigencia de un
nivel cultural mínimo es originada por las condiciones del propio modo
capitalista de producción, con su técnica elevada, su complejidad,
flexibilidad, movilidad, rapidez en el desarrollo de la competencia mundial,
etc. Las oscilaciones en la táctica de la burguesía, la transición del sistema
de la violencia al de las supuestas concesiones, son propias, por lo mismo, de
la historia de todos los países europeos durante el último medio siglo, con la
particularidad de que, en determinados períodos, los distintos países recurren
con preferencia a uno u otro método. Por ejemplo, Inglaterra era en las décadas
del 60 y 70 del siglo XIX el país clásico de la política ‘liberal’ burguesa;
Alemania, en las décadas del 70 y 80, aplicaba el método de la violencia, etc.
Cuando en Alemania imperaba dicho método, el eco
unilateral de este sistema de gobierno burgués fue el incremento del
anarcosindicalismo, o, como lo llamaban entonces, del anarquismo en el
movimiento obrero (los ‘Jóvenes’[10] al
principio de la década del 90, Johann Most a comienzos de la del 80). Cuando en
1890 se produjo el viraje hacia las ‘concesiones’, éste resultó ser, como
siempre, aún más peligroso para el movimiento obrero, engendrando un eco
igualmente unilateral del ‘reformismo’ burgués: el oportunismo en el movimiento
obrero. ‘La finalidad positiva, real, de la política liberal de la burguesía
–dice Pannekoek– es la de desorientar a los obreros, sembrar la escisión en sus
filas, transformar su política en un apéndice impotente, de la siempre
impotente y efímera política del supuesto movimiento reformista’.
No pocas veces la burguesía logra sus objetivos,
durante cierto tiempo, por medio de la política ‘liberal’, que es, como observa
con razón Pannekoek, la política ‘más astuta’. Parte de los obreros, parte de
sus representantes, se deja engañar a veces por las aparentes concesiones. Los
revisionistas declaran ‘anticuada’ la doctrina de la lucha de clases o
comienzan a aplicar una política que, de hecho, significa una renuncia a la
lucha de clases. Los zigzags de la táctica burguesa intensifican el
revisionismo en el movimiento obrero y muchas veces provocan en el seno de éste
discrepancias que llevan hasta la escisión.”[11]
Donde queda meridianamente claro que el revisionismo
medra en los cambios de situación que la burguesía genera en su devenir
contradictorio: cuando ésta genera reacción, por el miedo a provocar mayor
reacción, por salvaguardar las conquistas arrancadas, por preservar
a la vanguardia, etc., siempre encontrará cualquier excusa para frenar la
lucha de clases del proletariado; y cuando admite reformas, porque las
reformas lo son todo, porque éstas permitirán profundizar la democracia,
porque supondrán mejoras económicas para la clase, porque los tiempos
han cambiado, y ya se ha conjurado el peligro de la reacción, etc.. En
definitiva, que en periodos como los que vivimos (alternancia entre reacción
–PP– y el reformismo burgués –PSOE–) el revisionismo penetra en las filas de la
vanguardia proletaria con una u otra excusa, y por lo tanto hay que estar
siempre vigilante y combatiente frente a él, puesto que se trata de una
manifestación más de la lucha de clases del proletariado, que le acompaña hasta
la extinción de las clases en el Comunismo.
Por lo demás, el resto del documento se caracteriza
por asumir la misma postura que critica, esto es, sembrar la confusión sobre la
dictadura del proletariado. Para ello utiliza como pantalla los ya
archiconocidos términos, desgastados por el revisionismo, de “democracia
directa” y “democracia representativa”, tratando de convencernos de que la
única diferencia entre la dictadura burguesa y la proletaria estriba en la
clase que la ejerce, independientemente de sus formas políticas; con ello no
hace más que incurrir en un revisionismo, si cabe, más peligroso que el
criticado, al reconocer de palabra los principios revolucionarios, en este caso
la dictadura del proletariado, pero negándolos o revisándolos en la práctica,
al no poner de manifiesto las profundas diferencias que existen entre una
dictadura y otra. Porque, como cualquier marxista sabe, no existen formas
políticas neutrales, sino que históricamente éstas se van articulando para
servir a los intereses de las clases que detentan el poder, y conforme la clase
en el poder perdura, va instrumentalizando esta maquinaria política para
garantizar su dictadura. Y fruto de la permanencia de la burguesía en el poder
es el parlamentarismo, perfeccionado durante toda la época histórica de su
dictadura, hasta nuestros días, donde parece haber adquirido ese carácter que
lo sitúa por encima de las clases y como algo aparte de la sociedad civil, como
señalara Engels [12]. En cambio, el
proletariado debe instaurar un aparato político que le permita ejercer su
dictadura, pero cuyo perfeccionamiento sea su propia extinción. En cualquier
caso, sólo puede hablarse de democracia en una sociedad de clases, en una
sociedad donde una clase ejerce su dictadura contra otra, cuando se trate de la
dictadura de la mayoría –de los explotados– sobre la minoría –de los
explotadores–; es decir, la dictadura del proletariado, el socialismo:
“[Marx] coloca sencillamente juntos dos conceptos: ‘la
transformación del proletariado en clase dominante’ y la ‘conquista de la
democracia’.”[13]
Por lo tanto, nos
encontramos con dos elementos contradictorios de una unidad dialéctica: la
democracia proletaria y la dictadura proletaria, que, por una parte, han de ser
continuación de lo anterior, no olvidemos que la sociedad socialista se
construye sobre las cenizas de la sociedad capitalista[14], y,
por otra, han de ser superación de ésta. Intentemos pues, analizar estos dos
aspectos de la contradicción y su relación e interpenetración.
La democracia en el socialismo
La democracia, en una sociedad de clases, es una forma
secundaria de relación, subordinada a otro tipo de constituciones políticas que
crean las clases en sus relaciones internas y externas, siendo tanto la
democracia griega como la burguesa simples mixtificaciones ideológicas. Así, en
la sociedad griega, la democracia era la forma de relación política de una
clase minoritaria, la de los libres, cuya relación principal frente al resto de
la sociedad era el esclavismo. Por su parte, la democracia burguesa es pura
apariencia, el mejor ejemplo de democracia formal, la cual de palabra reconoce
derechos a todas las clases, pero en la práctica sólo permite que los ejerza
una minoría, la de los explotadores, siendo la relación principal de la
sociedad la explotación del trabajo asalariado. Sin embargo, la democracia en
el socialismo, por el contrario, es la relación fundamental[15],
puesto que la ejerce la mayoría de la sociedad, y es esta forma de democracia
la que posibilita su extinción en el comunismo, al permitir el pleno desarrollo
de la lucha de clases. Por tanto, es en el socialismo donde la democracia
alcanza su fase superior.
Pues bien, si la
democracia proletaria es la forma superior de democracia y además se ha de
construir sobre las bases de algo anterior, esto implica que la democracia
proletaria ha de encontrar sus fundamentos en la democracia burguesa; pero
sería un craso error creer que estos fundamentos los encontraremos en las
formas parlamentarias actuales de ésta democracia. Deberemos buscarlos en las
formas más desarrolladas, más elevadas alcanzadas por la burguesía en su
historia, esto es, cuando aún era revolucionaria. Para ello, deberemos
remontarnos a la época de la revolución francesa, cuando la burguesía, en su
camino de ascenso al poder se ve obligada a desarrollar lo que hasta ahora ha
sido su mayor aporte revolucionario. En la época inmediatamente anterior a ese
acontecimiento histórico surgen las dos concepciones burguesas del Estado: el democratismo
pequeño-burgués teorizado y defendido por Rousseau y el liberalismo gran-burgués,
formulado por Hobbes, Locke y Kant, y auspiciado por los ilustrados franceses
Voltaire, Montesquieu, etc. Ambos coinciden en el punto de partida, el
origen de la soberanía:
“Antes de la creación del Estado no habría más que
individuos en estado de Naturaleza, los cuales deciden libremente entrar en la
sociedad civil al mismo tiempo que se someten a la autoridad política
por ellos creada […]. El Estado es un poder pactado [mediante un “contrato
social” entre los individuos que forman la comunidad].”[16]
Pero inmediatamente
después discrepan en cuanto al objeto de imputación de la soberanía,
residiendo, para el modelo liberal en la “Nación” y para el democratismo
en el “Pueblo”.
“Para el dogma de la soberanía nacional, la Nación se
concibe como un sujeto unitario e indivisible compuesto de individuos, pero
distinto a la suma o agregado de éstos. La soberanía no reside en todos y en
cada uno de los nacionales, sino en el sujeto unitario Nación. Para el dogma de
la soberanía popular, en cambio, el Pueblo no sólo se compone de individuos,
sino que no es más que la suma o conjunto de estos. La soberanía reside, para
esta concepción, en todos y cada uno de los individuos que componen el pueblo.”[17]
Por consiguiente:
“[La Nación es] un sujeto incorpóreo, carente de
toda realidad empírica. Se trata de una ficción a la que recurre la teoría
liberal o liberal democrática para fundamentar el Estado y para estructurarlo
internamente. La voluntad de la Nación es, y no puede dejar de ser, unitaria, precisamente,
para ser una voluntad no real, sino supuesta, independiente y no necesariamente
coincidente con las voluntades de los individuos que componen la Nación”[18].
“Por el contrario […], el Pueblo se identifica con la
población realmente existente, con el conjunto de individuos que lo forman. No
es un ente ficticio, sino un ser de efectiva presencia y existencia.
Precisamente, el problema de unificar la voluntad del Pueblo radica en éste su
carácter real y empírico. Se trata de una voluntad que es –y debe ser–
verificable”[19].
La divergencia de
criterio a la hora de asignar la soberanía repercute de una manera más que
notoria a la hora de establecer un sistema representativo para articular
el Estado:
“[…] al ser la Nación un sujeto ideal, carente de
existencia empírica […] el vínculo que une a los representantes con el sujeto
representado, la Nación, no puede considerarse como un mandato, ni siquiera
como delegación, sino solamente como Representación, o, si se quiere, como mandato
representativo. […] Pero en el sistema representativo son precisamente los
representantes quienes crean la voluntad nacional, […]. En consecuencia, a) los
diputados se conciben como representantes de la Nación en su totalidad, y no
del distrito que los elige, ni de los electores que han participado en la
elección […]. b) [Además], únicamente a la Nación corresponde controlar la
actividad de sus representantes […].”[20]
En cambio, para la
otra concepción, para la democratista:
“En virtud del principio de soberanía popular se excluye
la idea misma de Representación. […]. La Democracia, como sistema de gobierno
que persigue la identidad entre el sujeto y el objeto del poder, entre el
titular y el ejercitante del mismo, es refractaria a cualquier instancia
mediadora –en realidad, separadora– entre uno y otro. […]. En virtud del
principio de soberanía popular este autor [Rousseau] deduce que el sistema de
gobierno auténticamente democrático no puede ser más que la democracia directa.
Sin embargo, sabido es también que, merced a las dificultades materiales para
implantar el ejercicio directo del poder, se ve obligado a admitir un
sistema de gobierno que, si en puridad no puede calificarse de representativo,
es al menos indirecto. No obstante, en este sistema de ‘democracia indirecta no
representativa’, denominación que bien podría emplearse para designar la forma
de gobierno por él sugerida, la fidelidad a los principios esenciales
sustentados en el ‘Contrato Social’ no se altera, puesto que las voluntades
soberanas permanecen inalienadas, como él mismo había insistido. Los diputados
no serían representantes, sino simples comisarios del pueblo soberano. Por
ello, del principio de soberanía popular expuesto por este autor […] cabe
constituir toda una teoría de la Representación –o, en rigor, de la
no-Representación–, que se caracteriza por las siguientes notas. En primer
lugar, en lo que concierne a la naturaleza jurídica del vínculo que liga al
diputado con el Pueblo, ésta se asemeja a la del mandato imperativo. De
esta naturaleza jurídica se derivan, a su vez, las consecuencias siguientes: a)
El diputado actúa en nombre de sus electores, y a ellos se subordina. b) Esta
subordinación implica que los electores pueden dictarle al diputado las
directrices que debe seguir. c) El diputado puede ser revocado en todo momento
y sustituido por otro. d) Para que sea válido el acuerdo tomado por el diputado
los electores pueden exigir que sea ratificado por ellos.”[21]
El antagonismo entre
la doctrina liberal y la democrática es absoluto. El modelo liberal basado en
la soberanía nacional hace revertir la soberanía, el poder efectivo, en el
“texto constitucional”, en el aparato del Estado, compuesto de funcionarios y
representantes. Este modelo ha constituido un gran timo histórico que la
burguesía ha rentabilizado durante casi cien años consistente en vender al
pueblo por Democracia lo que en realidad no es más que Liberalismo más
Sufragismo (parlamentarismo). La democracia, por el
contrario, impide la enajenación de la soberanía del pueblo, garantiza el poder
del pueblo organizado.
Con esto queda
demostrado que los fundamentos formales sobre los que se erige la
democracia socialista son los heredados de la democracia pequeño-burguesa, los
fundamentos del democratismo radical de Rousseau. Y no podía ser de otra
manera, pues los presupuestos de los que parte éste para construir su sistema
no pueden tomar cuerpo real sino en la época de la revolución proletaria, en la
era de la revolución socialista que inauguró Lenin: el pueblo organizado y
autoconsciente, que son las condiciones necesarias para hacer realidad el
concepto de soberanía popular.
Pues bien, es a
partir de aquí cuando comienza la divergencia entre el modelo del democratismo
de Rousseau y la continuidad de éste en el socialismo, cuando las formas
jurídicas que dicho modelo enarbola no son suficientes para garantizar que el
ejercicio de la democracia conduzca a la extinción de las clases, cuando a
pesar de ser necesarias no son suficientes, cuando son necesarias además del
pueblo organizado y autoconsciente las medidas efectivas que garanticen el
ejercicio del poder por el pueblo. Y esto es lo que consigue la dictadura
del proletariado a través de su ejercicio (el otro aspecto de la unidad
dialéctica), como Lenin nos irá mostrando.
“En tanto que las viejas constituciones democráticas
burguesas exaltaban, por ejemplo, la igualdad formal y el derecho de reunión,
nuestra Constitución soviética, proletaria y campesina rechaza la hipocresía de
la igualdad formal.”[22]
¿Por qué?; porque:
“Bien poco vale la ‘libertad de reunión’ para los
obreros y campesinos cuando los mejores edificios están en poder de la
burguesía. Nuestros Soviets han arrebatado a los ricos todos los buenos
edificios de la ciudad y del campo, entregándoselos totalmente a los
obreros y campesinos para uso de sus asociaciones y asambleas. ¡Esa es
nuestra libertad de reunión... para los trabajadores!¡Ese es el sentido y
el contenido de nuestra Constitución soviética, de nuestra Constitución
socialista!”[23]
Esta realización efectiva del derecho de reunión para
la mayoría significa que los derechos que tanto cacarea la burguesía de una
manera formalista y abstracta, sólo se hacen realidad, se llenan de contenido,
cuando es la mayoría la propietaria de los instrumentos reales y concretos que
permiten su ejercicio. Esto es, cuando se expropia a la burguesía de esos
lugares, además de los medios de producción. La expropiación es también, por tanto,
el único camino para el ejercicio de la democracia proletaria. Lo que significa
que no hay realización efectiva de los derechos si no es el propio pueblo quien
toma la responsabilidad de hacerlos reales. Por lo tanto, democracia real
significa revolución (o sea, dictadura del proletariado).
Pero la realización de este derecho burgués, por sí
mismo, no tiene ningún sentido si no se subordina a otro superior, al ejercicio
del poder directo de las masas.
“Considerada en conjunto, la diferencia entre la
democracia burguesa y el parlamentarismo, por un lado, y la democracia
soviética o proletaria, por otro, se reduce a que la primera desplaza el centro
de gravedad del problema a la solemne y ostentosa proclamación de toda suerte
de libertades y derechos sin permitir, de hecho, que la mayoría de la
población, los obreros y campesinos, gocen de ellos en forma algo
satisfactoria. Por el contrario, la democracia proletaria o soviética no
traslada el centro de gravedad a la proclamación de los derechos y libertades
de todo el pueblo, sino a la participación real de las masas trabajadoras,
antes oprimidas y explotadas por el capital, en la administración del Estado,
les asegura la utilización real de los mejores edificios e instituciones para
reunirse y celebrar sus congresos […].”[24]
Es decir, la realización efectiva de los derechos es
el presupuesto necesario para el gobierno efectivo de las masas.
“Los Soviets [es decir, el pueblo trabajador ruso
reunido y asociado] son la organización directa de los trabajadores y de
las masas explotadas, a los que da toda clase de facilidades para
organizar por sí mismos el Estado y gobernarlo de todos los modos posibles […].
La organización soviética facilita automáticamente el agrupamiento de todos
los trabajadores y explotados alrededor de su vanguardia, el proletariado. El
viejo aparato burgués, la burocracia, los privilegios de
la fortuna, de la instrucción burguesa, de las relaciones, etc. –privilegios de
hecho, tanto más variados cuanto más desarrollada está la democracia burguesa–,
quedan descartados totalmente con la organización soviética.”[25]
Por lo tanto, la democracia de los trabajadores
manifiesta su superioridad en que procura el ejercicio del poder del pueblo
haciendo efectivos los derechos de libertad de reunión y asociación,
como premisas para la asociación sistemática y sistematizada de las masas
para el ejercicio directo de su poder.
“El poder soviético, por primera vez en la
historia, no sólo facilita en todos los aspectos la organización de las
masas que estaban oprimidas bajo el capitalismo, sino que hace de esta
organización el fundamento permanente e imprescindible de todo el aparato del
Estado, de abajo arriba, local y central. Sólo de esta manera es posible
asegurar en la práctica la democracia para la mayoría de la población, es
decir, la participación efectiva de la gigantesca mayoría del pueblo
–precisamente los trabajadores– en la administración del Estado en lugar
de la función dirigente que, en realidad, ejercen en el Estado más que nada las
clases burguesas, como ocurre en las repúblicas burguesas más democráticas.”[26]
Resumiendo, la democracia proletaria se basa primero
en la realización efectiva del derecho de reunión y asociación, lo cual
sólo es posible a través de la expropiación de los locales y medios
necesarios para ello, lo que implica que la democracia para el proletariado
sólo es posible mediante la revolución; segundo, en la organización de
las masas en base a la realización de los derechos efectivamente
conquistados, y tercero en el ejercicio del Poder directo por las masas,
o lo que es lo mismo, la administración del Estado por las masas organizadas.
Pues bien, la superioridad de la democracia socialista reside en la estrecha
unidad de estos tres principios, cuando el pueblo, reunido en asamblea, puede
ejercer directamente el Poder. Y es por ello que la forma de elección de los
representantes del pueblo haya de tener un carácter indirecto y que éstos sean
revocables en cualquier momento.
“Las elecciones indirectas a los Soviets que no son
locales hacen más fáciles los congresos de los Soviets, hacen que toda la
administración sea menos costosa, más ágil, esté más al alcance de los obreros
y de los campesinos en un período en que la vida se encuentra en efervescencia
y es necesario que los electores puedan proceder con especial rapidez para
revocar a su diputado local o enviarlo al Congreso general de los Soviets.”[27]
Sólo la elección directa de los representantes
inmediatos permite su revocación y, por consiguiente, sólo la elección
indirecta de los representantes del pueblo, los que se sitúan en la cúpula del
Estado, a través de los sucesivos representantes intermedios, permite,
igualmente, su revocación.
“El carácter socialista de la democracia soviética –es
decir, proletaria, en su aplicación concreta, presente– consiste,
primero, en que los electores son las masas trabajadoras y explotadas, quedando
excluida la burguesía; segundo, en que desaparecen todas las formalidades y
restricciones burocráticas en las elecciones: las propias masas determinan las
normas y el plazo de las elecciones gozando de plena libertad para revocar a
los elegidos; tercero, en que se crea la mejor organización de las masas de la
vanguardia trabajadora, del proletariado de la gran industria, la cual permite
dirigir las más vastas masas explotadas, incorporarlas a una vida política
independiente y educarlas en el aspecto político, basándose en su propia
experiencia; en que, de este modo, se aborda por primera vez la tarea de que
aprenda a gobernar y comience a gobernar realmente toda la población.
Tales son los principales rasgos distintivos de la
democracia aplicada en Rusia, que constituye un tipo superior de democracia,
que significa la ruptura con la deformación
burguesa de la misma y el paso a la
democracia socialista y a condiciones que permitan el comienzo de la extinción
del Estado.”[28]
Y aquí encontramos el último elemento que caracteriza
la concepción proletaria de la democracia, que no es otro que el de crear la
condiciones para la extinción del Estado. Pues la forma de
representación del pueblo –si ésta es a través de la elección indirecta– contiene
la posibilidad para su infinito desarrollo político. Pero también supone el límite
de su desarrollo material, del desarrollo de la lucha de clases, en el
sentido de que la democracia, después de todo, es un juego político, un juego
que requiere reglas, y las reglas presuponen un marco de acuerdo entre las
clases, un espacio que se escapa a la lucha de clases. De alguna manera, la
democracia consecuente impide la lucha de clases consecuente, porque la
democracia –y hablamos siempre de la democracia socialista, de la que definió
Lenin– presupone las clases, significa aún, un marco para la lucha de clases,
un marco que, en un momento dado, choca con el objetivo histórico de la lucha
de clases misma: el fin de las clases.[29]
Así, cuando la componente superestructural de la
democracia –ese “juego” político– entre en contradicción con el objetivo de la
lucha de clases, impidiendo su consumación final; cuando la forma
político-jurídica de la democracia, que se corresponde con un estado de cosas
en el que perduran las clases, impida el desarrollo de la lucha entre éstas en
los prolegómenos de su inmediata extinción, será cuando la democracia como
forma superior de la articulación política de la sociedad de clases –incluso en
su versión socialista–, salte por los aires y empiece a nacer la “sociedad” sin
Estado y sin clases: el Comunismo.
Como hemos ido desmenuzando a lo largo de esta
argumentación sobre las formas políticas, éstas sí son de capital importancia
para el desarrollo de la lucha de clases y para la permanencia de la clase que
ostenta el poder. El perfeccionamiento de estas formas por parte de la fracción
gran-burguesa ha conducido al parlamentarismo, a un poder ejecutivo y otro
judicial separados el uno del otro, con el fin de hacer increíblemente difícil,
casi imposible, la participación de las clases explotadas en la democracia[30] y en
la gestión del Estado[31]. Es
por ello que afirmaciones como: “Y esto es precisamente lo que nos demuestra
que la diferencia real entre los dos sistemas, no son las formas que toman las
democracias, sino las clases que ejercen la democracia (su dictadura)” unidas
a la consigna “Por la República Democrática y Popular”, lanzadas por el
PCOE, suponen, además de una tergiversación de las ideas expuestas sobre el
particular por Lenin, un gran peligro para la clase, pues no le ofrece la
perspectiva de su propia autoemancipación, sino que vuelve a dejar la puerta
abierta a la representación al estilo burgués.
Para sintetizar, las formas de la democracia
proletaria exigen la gradualización del sistema político, integrando los
distintos niveles del poder político, desde los soviets locales o de fabrica
hasta el congreso de los diversos soviets nacionales, siendo por tanto un
sistema vertical en la que todo el sistema esta supeditado a la base; mientras
tanto, la vía burguesa, exige más poder para el aparato, para la elite
dirigente, para la cúpula política y menos para las bases, para el pueblo
organizado, sin necesidad de que el sistema esté articulado e integrado
verticalmente, de abajo a arriba.
Las formas de la democracia en el socialismo sí son
importantes. Éstas permitirán o
impedirán la participación de las masas en la democracia y en la gestión del
Estado, y así mismo permitirán o impedirán un tal “perfeccionamiento” que
posibilite la lucha de clases hasta su extinción, tanto de la democracia como
de las clases, en el Comunismo.
La dictadura del proletariado
como garantía de la democracia para los explotados
Acabamos de examinar uno de los aspectos de la unidad
dialéctica democracia-dictadura del poder proletario, haciéndolo desde el punto
de vista de la democracia, esto es, más desde su aspecto formal que material.
Ahora, en cambio, nos centraremos más en el otro aspecto de la contradicción,
el material, el que permite al proletariado mediante su dictadura ejercer esa
democracia de la que hablábamos. Por lo tanto atenderemos su carácter represivo
y aglutinador, a su conformación como alianza entre el proletariado y otras
clases o fracciones de clases con las cuales comparte intereses en determinados
momentos de la revolución, que sería la manifestación como Estado de la
dictadura del proletariado.
“La burguesía se ve obligada a mentir hipócritamente y
a llamar ‘poder de todo el pueblo’, democracia en general o democracia pura a
la república democrática (burguesa), que es, de hecho, la dictadura de
la burguesía, la dictadura de los explotadores sobre las masas trabajadores.
Los Scheidemann y los Kautsky, los Austerlitz y los Renner (ahora,
desgraciadamente, con la ayuda de Friedrich Adler) apoyan esta falsedad y esta
hipocresía. Pero los marxistas, los comunistas, la desenmascaran y dicen sin
tapujos a los obreros y a las masas trabajadoras la pura verdad: de hecho, la
república democrática, la Asamblea Constituyente, las elecciones de todo el
pueblo, etc., son la dictadura de la burguesía, y para librar el trabajo de la
opresión del capital no hay más camino que la sustitución de esa dictadura por la
dictadura del proletariado. Sólo la dictadura del proletariado es capaz de
liberar a la humanidad del yugo del capital, de la mentira, de la falsedad, de
la hipocresía de la democracia burguesa, de esa democracia para los ricos,
es capaz de establecer la democracia para los pobres, es decir, hacer
los beneficios de la democracia patrimonio efectivo de los obreros y los
campesinos pobres, pues ahora (incluso en la república –burguesa– más
democrática) esos beneficios son, de hecho, inasequibles para la inmensa
mayoría de los trabajadores.”[32]
Como Lenin nos expone claramente, para el proletariado
no puede haber democracia sin su dictadura, sin esa fuerza capaz de
proporcionarle los medios necesarios para su ejercicio y para reprimir a los
explotadores y sus aliados, que tratarán por todos los medios de evitar que el
proletariado ejerza su democracia; de ahí que el aspecto represivo de la
dictadura del proletariado tome capital importancia en los primeros años tras
la revolución, pues, como señaló Lenin:
“Es natural e inevitable que durante los primeros
tiempos, después de la revolución proletaria, nos preocupe más que nada la
tarea principal y fundamental: aplastar la resistencia de la burguesía, vencer
a los explotadores, reprimir los complots […].”[33]
Pero este papel represivo no finaliza después de esos
primeros años, en los cuales lo principal es asegurar el Poder, puesto que:
“La sociedad hasta el presente, movida entre los
antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea de una organización de
la correspondiente clase explotadora para mantener las condiciones exteriores
de producción, y por tanto, particularmente para mantener por la fuerza a la
clase explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la servidumbre o
el vasallaje y el trabajo asalariado), determinadas por el modo de producción
existente.”[34]
De donde se desprende que toda sociedad de clases, no
sólo en la feudal y en la burguesa, el Estado es una fuerza de represión por la
violencia hacia las clases que no detentan el poder de éste.
“[...] el Estado es una ‘fuerza especial de represión’.”[35]
Ese aspecto “olvidado” por el PCOE, el de no resaltar
el ejercicio de la violencia revolucionaria que representa la dictadura del
proletariado, sobre el resto de clases antagónicas o fracciones de clase,
cuando se atraviesa por un periodo de desarrollo “pacifico” de la lucha de
clases, equivale a inculcar en el acerbo ideológico (y en el subconsciente) de
la clase que la dictadura del proletariado se ejerce de forma no violenta, como
lo hace ahora la democracia burguesa, de soslayo, casi sin que nos enteremos,
con lo cual, llegado el momento de ejercer su dictadura, el proletariado se
encuentra encorsetado por estos prejuicios pequeño-burgueses relativos a la
violencia. Es más, para desempeñar un papel verdaderamente revolucionario, de
vanguardia, y contribuir a la educación de las masas en su papel histórico de
emancipador social y liberador de la humanidad hay que comenzar resaltando la
importancia de la violencia como origen de la nueva sociedad que el
proletariado revolucionario aspira a edificar.
“De que la violencia desempeña en la historia otro papel
[además del de agente del mal], un papel revolucionario; de que, según la
expresión de Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus
entrañas otra nueva; de que la violencia es el instrumento con la ayuda del cual
el movimiento social se abre camino y rompe las formas políticas muertas y
fosilizadas, de todo eso no dice una palabra el señor Dühring. Sólo entre
suspiros y gemidos admite la posibilidad de que para derrumbar el sistema de
explotación sea necesaria acaso la violencia, desgraciadamente, afirma, pues el
empleo de la misma, según él, desmoraliza a quien hace uso de ella. ¡Y esto se
dice, a pesar del gran avance moral e intelectual, resultante de toda
revolución victoriosa! Y esto se dice en Alemania, donde la colisión violenta
que puede ser impuesta al pueblo tendría, cuando menos, la ventaja de destruir
el espíritu de servilismo que ha penetrado en la conciencia nacional como
consecuencia de la humillación de la Guerra de los Treinta años. ¿Y estos razonamientos
turbios, anodinos, impotentes, propios de un párroco rural, se pretende imponer
al partido más revolucionario de la historia?” [36]
Aquí, los clásicos, Engels, y Marx en boca de aquél,
ya se manifiestan de manera inequívoca en cuanto al origen de la nueva
sociedad, como fruto de la violencia que ejerce el proletariado revolucionario
sobre su clase antagónica (la burguesía, y aquellas fracciones de otras clases
que, o bien le son afines por compartir objetivos, o bien, por ser arrastrados
ideológicamente por ésta en la defensa de sus intereses) para arrancarle el
poder.
“En segundo lugar, el Estado es una ‘fuerza especial
de represión’. Esta magnífica y profundísima definición de Engels es dada aquí
por éste con la más completa claridad. Y de ella se deduce que la ‘fuerza
especial de represión’ del proletariado por la burguesía, de millones de
trabajadores por un puñado de ricachos, debe sustituirse por una ‘fuerza especial
de represión’ de la burguesía por el proletariado (dictadura del proletariado).
En esto consiste precisamente la ‘destrucción del Estado como tal’. En esto
consiste precisamente el ‘acto’ de la toma de posesión de los medios de
producción en nombre de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante
sustitución de una ‘fuerza especial’ (la burguesa) por otra (la proletaria) ya
no puede operarse, en modo alguno, bajo la forma de ‘extinción’.”[37]
Sin poner énfasis en la destrucción del aparato del
Estado burgués, sobre todo sus principales instrumentos de sometimiento de
clase (el ejército burgués, las fuerzas policiales, el aparato judicial, el
parlamentarismo, la división de los poderes del Estado, etc.) y su sustitución
por los aparatos del ejercicio de la dictadura del proletariado, por los
soviets, como entidad en la que confluyen los poderes de la clase, legislativo,
ejecutivo y judicial, y a través de los cuales ésta ejerce su violencia, la
autoridad del pueblo armado contra la burguesía para vencer su resistencia,
para inspirar temor a los reaccionarios, para someter por la fuerza a sus
adversarios, se deja abierta la vía ideológica (revisionismo) que permite
concebir el Estado proletario como Estado burgués, pero sin burguesía, (pero
sin atender a la esencia que a esa expresión quería trasmitir Lenin, esto es,
que el proletariado debe de recurrir a formas políticas de naturaleza burguesa
para organizar su dictadura de clase, como hemos venido exponiendo más arriba)
con todas las instituciones que le son inherentes y que han sido concebidas y
perfeccionadas a lo largo de siglos para someter al proletariado bajo el yugo
del capital.
En este punto es importante volver a resaltar la negación
profunda que hace la dictadura del proletariado del parlamentarismo,
pues el parlamento es una institución, por definición, soberana y que refleja
una división de poderes, lo cual contradice el principio del ejercicio directo
del poder por la clase obrera. En la dictadura del proletariado la soberanía
reside en los soviets o consejos obreros. Organismos que son capaces de
reflejar rápidamente el estado de las masas y traducirlo en acción política,
bien en el ámbito de actuación directa de cada soviet, bien en el ámbito estatal
a través del congreso de los soviets.
Por todo ello, quizás, una de las causas del fracaso
de la dictadura del proletariado en la URSS, nos aventuramos a adelantar, fuese
consecuencia de su paulatina degeneración hacia formas parlamentaristas,
puestas de manifiesto en la Constitución de 1936, donde de hecho se otorga todo
el poder al Soviet Supremo (Parlamento), a través del sistema representativo
directo, contradiciendo todo lo que hemos expuesto anteriormente sobre las
formas de la democracia en el socialismo e impidiendo con ello una lucha de
clases proletaria más consecuente en el seno de los soviets. Siendo, por tanto,
día a día más permeable, tanto a la influencia de nuevas formas burguesas, como
al revisionismo ideológico entre sus miembros, perteneciesen estos al partido o
no. Así mismo, adelantamos la hipótesis de que esta degeneración de las formas
de la democracia en el socialismo propició la separación de una elite política
que reflejaba y reproducía la división social del trabajo y la organización en
clases de la sociedad, en vez de combatirla.
Dictadura del proletariado y
alianza de clases
Pero tampoco debemos olvidar que la sociedad
capitalista esta compuesta por varias clases, y dentro de éstas existen
diversas gradaciones, atendiendo a su relación con los medios de producción y a
sus relaciones de subordinación a otras clases. Por lo tanto, todo Estado es
una alianza de clases o fracciones de clases, y por tanto, el Estado proletario
no puede sustraerse a esta máxima.
Por otra parte, la clase dominante lo es, además de
por ser la económicamente dominante, porque políticamente asume el papel de ser
la representante de toda la sociedad, haciendo pasar sus intereses de clase por
los intereses comunes de toda la sociedad. Por tanto, la clase obrera, como
clase dominante hace pasar sus intereses por los de toda la sociedad, esto es,
subsume los intereses liberadores particulares que cualquier clase tuvo o
pudiese tener, en interés liberador general, en interés de la humanidad –ya no
en relación con una clase social–, interés que sólo se puede realizar mediante
el ejercicio de la dictadura de la clase que realmente puede realizar esa
liberación universal, el proletariado.
“El Estado era el representante oficial de toda la
sociedad, su síntesis en un cuerpo social visible; pero lo era sólo como Estado
de la clase que en su época representaba a toda la sociedad.”[38]
Por ello, el proletariado debe buscar y establecer
alianzas de clase con aquéllas con las cuales comparte intereses en
determinados momentos de la revolución, pues la burguesía no sólo oprime y
explota al proletariado: la opresión y explotación a que somete a los pequeños
agricultores, pequeños comerciantes, proletariado agrícola, etc., es, si cabe,
mayor que la del proletariado urbano, más numeroso y cohesionado orgánicamente,
amén de con mayor experiencia en la lucha contra esa opresión. Y fue esa
cohesión lograda por la labor de esclarecimiento ideológico la que permitió a
los bolcheviques atraerse no sólo a una mayoría del proletariado, sino también
a amplios sectores de las otras clases oprimidas hacia la revolución
proletaria.
“Los bolcheviques vencieron, ante todo, porque tuvieron a
su lado a una mayoría inmensa del proletariado, y dentro de él a su parte más
consciente, enérgica y revolucionaria, a la verdadera vanguardia de esta clase
avanzada.
Los demócratas pequeñoburgueses, [...], no podrán
eliminar el hecho económico y político de la desigualdad existente entre
la ciudad y el campo, por mucho que doblen la rodilla ante las diosas de la
‘igualdad’, el ‘sufragio universal’, la ‘democracia’, la ‘democracia pura’ o la
‘democracia consecuente’.
Ese hecho es inevitable bajo el capitalismo en general y
en particular durante el paso del capitalismo al comunismo.
[...]. La ciudad lleva tras sí, inevitablemente,
al campo. El campo sigue, inevitablemente, a la ciudad.
Únicamente se trata de saber cuál de las clases ‘urbanas’ será capaz de
llevar tras de sí al campo, cuál de ellas podrá resolver este problema, y qué
formas adoptara esta dirección ejercida por la ciudad.” [39]
Hecho que queda particularmente aclarado en la pugna,
que describe Lenin, por clarificar con qué otra clase establece su alianza el
campesinado ruso, y la pugna por conseguirlo del proletariado revolucionario.
Pues de hecho:
“[…] el poder estatal en manos de una clase, en manos
del proletariado, puede y debe convertirse en el instrumento que permita a éste
conquistar las masas trabajadoras no proletarias, en el instrumento que le
permita arrebatar esas masas a la burguesía y a los partidos pequeñoburgueses.”[40]
Con lo cual,
“[…] el poder estatal es simplemente un instrumento
que las distintas clases pueden y deben utilizar (y saber utilizar) para
sus objetivos de clase.”[41]
Pero,
“¿Cuáles son los objetivos de clase del proletariado?
En primer lugar, […] el viejo aparato del Poder estatal,
[…] lo hace añicos, […] y crea un nuevo aparato del Estado. […]
Este nuevo aparato […] nace de la lucha de clase del proletariado, del
desarrollo de esa lucha en extensión y profundidad. Este nuevo aparato del
Poder estatal, este nuevo tipo de Poder del Estado es el Poder
soviético.
[…] disuelto el viejo aparato del Estado […] entregó todo
el Poder a los Soviets, a los que sólo tuvieron acceso los trabajadores y
explotados, cerrándoles las puertas a todos los explotadores sin excepción.
Así es como, de golpe, en el acto, inmediatamente después
de la conquista del Poder estatal, el proletariado arrebata a la
burguesía una masa enorme de partidarios suyos, [pues] al obtener el
Poder soviético obtiene por vez primera un instrumento para
desarrollar una lucha de masas en defensa de sus intereses contra la burguesía.
En segundo lugar, el proletariado puede y debe […]
arrebatar a la burguesía y a la democracia pequeñoburguesa ‘sus’ masas,
es decir, las masas que les siguen, para lo cual satisface por vía
revolucionaria las necesidades económicas más apremiantes de estas masas
mediante la expropiación de los terratenientes y la burguesía.”[42]
Así, el proletariado realiza sus alianzas en la
construcción del socialismo, de una parte haciendo participe de la democracia a
otras clases o sectores de éstas oprimidas por la burguesía y que bajo el yugo
de ésta nunca disfrutaron, salvo como forma de opresión. Y de otra,
satisfaciendo las necesidades materiales de las clases explotadas a costa de la
burguesía, o sea, ejerciendo su dictadura sobre ella, es decir, expropiando a
los explotadores y revertiendo el fruto de la expropiación sobre el resto de la
sociedad.
El papel del Partido en la
dictadura del Proletariado
Pero esto no será posible sin la preparación previa en
la lucha contra el oportunismo y el revisionismo.
“A no ser que el sector revolucionario del
proletariado esté enteramente preparado, en todas las formas, para eliminar y
aplastar el oportunismo, es inútil pensar siquiera en la dictadura del
proletariado.” [43]
¿Cómo se consigue preparar al proletariado
revolucionario para luchar contra el oportunismo y el revisionismo? Pues sólo
mediante una tenaz lucha contra él y contra todo tipo de ideas incorrectas (no
marxistas-leninistas) en el ejercicio de la lucha de clases del proletariado,
desde los comienzos de la formación del Partido, como la experiencia de los
bolcheviques nos demuestra.
“El bolchevismo existe, como corriente del pensamiento
político y como partido político, desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo,
en todo el periodo de su existencia, puede explicar de un modo
satisfactorio por qué el bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones
más difíciles, la disciplina férrea necesaria para la victoria del
proletariado.”[44]
O sea, que el proletariado revolucionario no puede
triunfar sobre la burguesía sin un partido político bien templado en todos los
aspectos de la lucha de clases, de tal manera que pueda ejercer de guía en su
actuar político, en su labor emancipadora.
“Negar la necesidad del partido y de la disciplina de
partido: tal es el resultado a que ha llegado la oposición. Y eso
equivale a desarmar por completo al proletariado en provecho de la
burguesía. Equivale precisamente a la dispersión, a la volubilidad y a la
incapacidad de dominarse, unirse y actuar de manera organizada, defectos
típicamente pequeñoburgueses que, de ser indulgente con ellos, llevan de manera
inevitable a la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado.”[45]
Pero, concretemos, junto a Lenin, ¿cuales son las
labores del partido que permiten al proletariado revolucionario tomar el poder
y ejercer de guía del resto de las masas explotadas?
“La tarea inmediata de la vanguardia consciente del
movimiento obrero internacional, es decir, de los partidos, grupos y tendencias
comunistas, consiste en saber llevar a las amplias masas (hoy todavía,
en su mayor parte, soñolientas, apáticas, rutinarias, inertes, adormecidas) a
esta nueva posición suya, o, mejor dicho, en saber dirigir no sólo el
propio partido, sino también a estas masas, en la marcha encaminada a ocupar
esa nueva posición. Si la primera tarea histórica (atraer a la vanguardia
consciente del proletariado al Poder soviético y a la dictadura de la clase
obrera) no podía ser resuelta sin una victoria ideológica y política completa
sobre el oportunismo y el socialchovinismo, la segunda tarea que resulta ahora
de actualidad y que consiste en saber llevar a las masas a esa nueva
posición capaz de asegurar el triunfo de la vanguardia en la revolución, esta
segunda tarea no puede ser resuelta sin liquidar el doctrinarismo de izquierda,
sin enmendar por completo sus errores, sin desembarazarse de ellos.”[46]
Por lo tanto, el Partido debe saber dirigir a las
masas, tanto para la toma del poder como para la edificación del socialismo,
debe, a través del proletariado revolucionario, saber influir sobre ellas, de
tal manera que el ejercicio de la dictadura del proletariado no degenere hacia
formas burguesas de democracia, entre otras cosas.
“Para hacer frente a eso [a las influencias
pequeñoburguesas], para conseguir que el proletariado desempeñe acertada,
eficaz y victoriosamente su función organizadora (que es su función principal),
son necesarias una centralización y una disciplina severísimas en el partido
político del proletariado. La dictadura del proletariado es una lucha tenaz,
cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y
administrativa, contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La
fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres, es la
fuerza más terrible. Sin un partido férreo y templado en la lucha, sin un
partido que goce de la confianza de todo lo que haya de honrado dentro de la
clase, sin un partido que sepa pulsar el estado de espíritu de las masas e
influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito esta lucha.”[47]
Por ello,
“El que debilita, por poco que sea, la disciplina
férrea del partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura)
ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado.”[48]
Queda por lo tanto esclarecido el papel del Partido,
la Vanguardia y el Proletariado Revolucionario en el Estado de la dictadura del
proletariado, papeles éstos de suma importancia, que sin embargo no han
merecido ni una simple mención por parte de este grupo que aspira a luchar
contra no se sabe bien qué revisionismo, en el que incurre constantemente, bien
sea por acción o por omisión.
¡Quién te ha visto!
Otro aspecto negativo (¡otro más!) del documento del
PCOE a destacar es la pérdida de vista del objetivo final, esto es, el
Comunismo. Parece que los camaradas no son conscientes de la relación que
existe entre dictadura del proletariado y Comunismo: la dictadura es el
instrumento del que se dota la clase para crear las condiciones de elevación de
la conciencia de las masas hacia el nivel de su vanguardia, esto es, hasta el
nivel de su Partido, pues éste es la forma superior de organización del
proletariado como clase revolucionaria, mientras que la dictadura del
proletariado solamente es su organización como clase dominante.
Como se viene insinuado desde el principio, el
problema fundamental de hoy en día para el proletariado es dotarse de una vanguardia
revolucionaria, labor ésta, que está indisolublemente ligada a la reconstitución
ideológica del comunismo a través de la lucha de dos líneas contra el
revisionismo y el resto de corrientes ideológicas que tratan de desviar al
proletariado de su objetivo de clase histórico. Por ello, hacemos un
llamamiento al PCOE para que abandone la senda por la que se desliza cada día a
mayor velocidad, la senda del revisionismo más vergonzante, y se sume a la
labor de aprehensión de la ideología proletaria y contribuya con ello, entonces
sí, a ejercer como vanguardia del proletariado. Les conminamos a retomar la
lucha ideológica y la comprensión del marxismo-leninismo, al menos desde donde
su antecesor político, el PCOE de los años setenta, lo dejo, una comprensión
más profunda sobre la dictadura del proletariado que la mostrada por el actual
PCOE:
“Es imprescindible, para analizar la significación
histórica de la dictadura del proletariado, partir de los análisis de la teoría
marxista sobre el Estado, teniendo en cuenta que la dictadura del proletariado
cubre un período político de transición entre el derrocamiento del Estado
burgués hasta la completa extinción del Estado.”[49]
Como se ve, ya sus predecesores abogaban por un
estudio pormenorizado de la teoría marxista antes de manifestarse sobre tema de
tan capital importancia, extrayendo las siguientes conclusiones:
“En este período el proletariado ejerce su poder sobre
las clases y capas reaccionarias, que perseveran en sus intentos de restaurar
el antiguo orden burgués, al tiempo que va creando y desarrollando las
condiciones para la eliminación de todas las clases [...].”[50]
Y desde luego también demostraban una mayor
comprensión del uso que hace el proletariado de su dictadura.
“Perseverar en la dictadura del proletariado u oponerse a
ella siempre constituye el foco de la lucha entre el marxismo-leninismo por una
parte y el oportunismo y el revisionismo por otra.”[51]
Por ello, reclamamos del actual PCOE que se sitúe del
lado del marxismo-leninismo, abandonando tan funestas posturas como las mantenidas
en el documento objeto de análisis y se alejen del oportunismo y el
revisionismo, tomando ejemplo de su pasado histórico.
“La discusión de la teoría de la dictadura del
proletariado no se centra hoy en su negación o afirmación, sino en su profundización;
los últimos acontecimientos en la República Popular China son un claro
exponente de la necesidad de la dictadura del proletariado y de la necesidad de
aumentar los conocimientos teórico-prácticos sobre su profundización, es decir,
sobre el modo de conseguir que no se transforme en una nueva dictadura de la
burguesía, sobre el modo de conseguir una mayor participación de las masas
obrero-campesinas en la dirección de su Estado.”[52]
Porque la
profundización de la lógica que subyace en el documento objeto de análisis
lleva al PCOE a contraponerse a las enseñanzas de su antecesor histórico y del
marxismo-leninismo, siendo buena prueba de ello los documentos editados con
motivo de la conmemoración del día de la Republica (15 razones para luchar
por la Republica Democrática y Popular y el Comunicado del Comité
Central de fecha 14 de abril de 2005), en los cuales subrepticiamente se
reclama una etapa anti-imperialista y anti-monopolista (Republica
Democrática y Popular), con lo cual de facto se rechaza la dictadura del
proletariado como etapa intermedia entre el capitalismo y el Comunismo,
reclamando primero una etapa de dominación pequeño-burguesa, en la cual el
proletariado ejercería de comparsa de esa fracción de la burguesía que no ha
podido auparse al carro de la explotación de los países oprimidos; y todo ello,
porque, según los actuales dirigentes del PCOE, “al estar el Estado español
bajo el control y el designio de potencias extranjeras” debemos primero
librarnos de la opresión del imperialismo, como si ese Estado español del que
hablan no fuese una potencia imperialista con todas las de la ley, que
participa en el sometimiento y explotación de otros estados; o porque bajo la
dictadura de la burguesía con vestimentas monárquicas la democracia “presenta
singulares anomalías antidemocráticas” como si bajo la dominación burguesa
pudiese existir una democracia pura; o porque “tanto las
instituciones administrativas como los cuerpos represivos del estado, actúan en
defensa de los intereses capitalistas”, donde demuestran no comprender nada
sobre la naturaleza del Estado como órgano de dominación de la clase que
detenta el poder. Y para colmo de desgracias, finalmente, reclaman unas medidas
(reivindicaciones) de corte pequeño-burgués tendentes más a reafirmar el
carácter de capitalismo de estado que una verdadera participación de la clase
obrera en la gestión de un Estado Socialista.
V. G.
Notas:
[1] Lenin, V. I.: Obras Completas. Editorial Progreso. Moscú, 1983, tomo 17; págs. 18 y 19.
[2] Lenin, V. I.: O. C., t. 20, pág. 92.
[3] Ibídem.
[4] Sobre la profundidad de la derrota y las tareas inmediatas de la vanguardia, véase: Stalin. Del marxismo al revisionismo, del Colectivo Fénix:
“De este modo, recuperar la esperanza es recuperar el marxismo como doctrina de interpretación y de comprensión del mundo, y como instrumento teórico para una nueva época de praxis revolucionaria. En la actualidad, la primera tarea de la vanguardia, la tarea más urgente, no consiste en dirigir su atención hacia las necesidades inmediatas de las masas, ni en organizar sus luchas económicas, ni en tratar de dar continuidad a sus movimientos espontáneos allá donde quiera que surjan; la tarea de la vanguardia no es de naturaleza económica, ni siquiera ahora mismo de naturaleza política: la tarea es ideológica, y consiste en derrotar el espíritu de la época, el espíritu de la reacción burguesa que atenaza la conciencia de los hombres, empezando por restaurar el legado moral de la Revolución de Octubre, recuperando la idea de que la emancipación es posible, de que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad pueden ser de verdad los pilares sólidos de una sociedad futura. La vanguardia debe luchar por recuperar y extender la idea de que, en efecto, otro mundo es posible, pero sólo si lo construye el proletariado revolucionario; debe recuperar y extender el viejo espíritu de la Revolución de Octubre y fundamentarlo científicamente, en definitiva, dar a la esperanza fundamento científico. En estos momentos, el campo de batalla está situado en la esfera de la conciencia o, al menos, en el terreno que pisa el sector social que es la expresión genuina y material de esa conciencia, por lo que a las masas trabajadoras se refiere. La tarea más urgente hoy, y por la que debe comenzar toda obra digna de considerarse revolucionaria, consiste en rescatar el último valor revolucionario que quedaba del legado de Octubre, perdido finalmente con la crisis del revisionismo moderno y con el colapso del sistema político imperante en los llamados países del Este, a saber, la revolución proletaria como referencia política. La vanguardia debe, hoy, aglutinar a los sectores más avanzados y más conscientes de la clase obrera en torno a este objetivo para construir los instrumentos políticos necesarios para alcanzarlo.” (LA FORJA, nº 28, diciembre de 2003, pág. 28).
[5] Corriente filosófica idealista subjetivista que recibe el nombre de uno de sus fundadores, Ernest Mach, quien también fue un de los fundadores del empiriocriticismo, duramente criticado por Lenin en su obra Materialismo y empiriocriticismo.
[6] 0tzovismo: se trataba de una corriente oportunista-liquidacionista surgida entre los bolcheviques, que se caracterizaba por negarse a desarrollar formas de lucha legales y realizar trabajos revolucionarios en las organizaciones de masas.
[7] Lenin, V. I.: O. C., t. 20, pág. 93.
[8] Lenin, V. I.: O. C., t. 26, págs. 171 y 172.
[9] Lenin, V. I.: O. C., t. 27, págs. 124 y 125.
[10] Los "Jóvenes": denominación que se dio a un grupo pequeñoburgués y semianárquico surgido en 1890 entre los socialdemócratas alemanes. Su núcleo principal lo constituían jóvenes escritores y estudiantes (de ahí procede su nombre). El grupo se pronunciaba contra la participación de la socialdemocracia en el Parlamento. Engels llamó a los "jóvenes" "héroes de palabras revolucionarias", los cuales intentaban descomponer el partido mediante "disensión interna e intrigas". En octubre de 1891, el Congreso de Erfurt de la socialdemocracia alemana expulsó del partido a los "jóvenes".
[11] Lenin, V. I.: O. C., t. 20, págs. 71 y 73.
[12] “Así, pues, el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es ‘la realidad de la idea moral’, ‘ni la imagen y la realidad de la razón’, como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del ‘orden’. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”. (Engels, Federico: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Editorial Planeta-Agostini. Barcelona, 1992; pág. 290.
[13] Lenin, V. I.: O. C., t. 33, pág. 89.
[14] Marx, Carlos: Crítica del programa de Gotha. Ed. Ricardo Aguilera. Madrid, 1971; pág. 21.
[15] “Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, o sea, exclusión de la democracia, para los explotadores, para los opresores del pueblo: tal es la modificación que experimentará la democracia durante la transición del capitalismo al comunismo”. Lenin, V. I.: O. C., t. 33, pág. 91.
[16] Varela Suanzes-Carpegna: La teoria del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico (Las Cortes de Cadiz). Ed. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1983; pág 69.
[17] Ibídem, págs. 190 y 191.
[18] Ibídem, pág. 191.
[19] Ibídem, pág. 192.
[20] Ibídem, págs. 199 y 200.
[21] Ibídem, págs. 195 y 196.
[22] Lenin, V. I.: O. C., t. 37, pág. 64.
[23] Lenin, V. I.: O. C., t. 37, pág. 65.
[24] Lenin, V. I.: O. C., t. 38, pág. 102 (Lo destacado es nuestro. –N. de la Redacción).
[25] Lenin, V. I.: O. C., t. 37, pág. 265.
[26] Lenin, V. I.: O. C., t. 38 pág. 99 (Lo destacado es nuestro. –N. de la Redacción).
[27] Lenin, V. I.: O. C. t. 37 págs. 265 y 266.
[28] Lenin, V. I.: O.C., t. 36 págs. 209 y 210.
[29] “Al hablar de la ‘extinción’ y –con palabra todavía más plástica y gráfica– del ‘adormecimiento’ del Estado, Engels se refiere con absoluta claridad y precisión a la época posterior a ‘la toma de posesión de los medios de producción por el Estado en nombre de toda la sociedad’, es decir, a la época posterior a la revolución socialista. Todos sabemos que la forma política del ‘Estado’ en esta época es la democracia más completa. Pero a ninguno de los oportunistas, que tergiversan desvergonzadamente el marxismo, se le ocurre pensar que, por consiguiente, Engels habla aquí del ‘adormecimiento’ y la ‘extinción’ de la democracia. A primera vista, esto parece muy extraño. Pero es ‘incomprensible’ únicamente para quienes no hayan comprendido que la democracia es también un Estado y que, en consecuencia, la democracia desaparecerá asimismo cuando desaparezca el Estado. El Estado burgués sólo puede ser ‘destruido’ por la revolución. El Estado en general, es decir, la más completa democracia, sólo puede ‘extinguirse’.” (Lenin, V. I.: O.C., t. 33, págs. 19).
[30] “En el más democrático Estado burgués, las masas oprimidas tropiezan a cada paso con una contradicción flagrante entre la igualdad formal, proclamada por la ‘democracia’ de los capitalistas, y las mil limitaciones y tretas reales que convierten a los proletarios en esclavos asalariados. Esta contradicción es lo que abre a las masas los ojos ante la podredumbre, la falsedad y la hipocresía del capitalismo. ¡Esta contradicción es la que los agitadores y los propagandistas del socialismo denuncian siempre ante las masas a fin de prepararlas para la revolución!” (Lenin, V. I.: O. C., t. 37, págs. 263 y 264).
[31] “[...] la máquina estatal, el aparato del Estado tiene una esencia de clase. En la democracia burguesa, valiéndose de mil ardides –tanto más ingeniosos y eficaces cuanto más desarrollada está la democracia ‘pura’–, los capitalistas apartan a las masas de la participación en el gobierno, de la libertad de reunión y de imprenta, etc.”. (Lenin, V. I.: O. C., t. 37, págs. 264 y 265).
[32] Lenin, V. I.: O.C., t. 37, pág. 404.
[33] Lenin, V. I.: O. C., t. 39, pág. 14.
[34] Lenin, V. I.: O. C., t. 33, pág. 16.
[35] Lenin, V. I.: O. C., t. 33, pág. 18.
[36] Engels, Friedrich: Anti-Dühring. Editorial Avant. Barcelona 1987, págs. 196 y 197.
[37] Lenin, V. I.: O. C., t. 33, págs. 18 y 19.
[38] Lenin, V. I.: O. C., t. 33, pág. 16.
[39] Lenin, V. I.: O. C., t. 40, pág. 5.
[40] Lenin, V. I.: O. C., t. 40, pág. 11.
[41] Lenin, V. I.: O. C., t. 40, pág. 11.
[42] Lenin, V. I.: O. C., t. 40, págs. 11-13.
[43] Lenin, V. I.: O. C., t. 40, pág. 6.
[44] Lenin, V. I.: O. C., t. 41, pág. 6.
[45] Lenin, V. I.: O. C., t. 41, pág. 27.
[46] Lenin, V. I.: O. C., t. 41, pág. 81.
[47] Lenin, V. I.: O. C., t. 41, pág. 28.
[48] Ibídem.
[49] Albiac, Gabriel: El debate sobre la dictadura del proletariado en el Partido Comunista Francés. Ediciones la Torre. Madrid, 1977; pág. 245 (extractado de la parte del anexo, “El debate en España”, referida al PCOE).
[50] Ibídem, pág. 245.
[51] Ibídem, pág. 246.
[52] Ibídem, pág. 246.