Una
nueva andadura
Durante décadas, la lucha entre las diversas líneas
políticas en el movimiento comunista del Estado español se ha caracterizado por
la marginación de la línea proletaria, que nunca logró articularse en un discurso político terminado y coherente, y que
siempre se subordinó y fue a remolque de las no tan variadas versiones del
revisionismo y del reformismo político. Hasta la caída del Muro no se
dieron al menos aquí las
condiciones para el reencuentro del pensamiento proletario consigo mismo y para
su confrontación sosegada pero crítica con el pasado del movimiento comunista,
desde la ventaja de la perspectiva histórica, y desde la inclusión de todos los
considerandos y fuera de todo sectarismo. Aún así, la vanguardia proletaria
surgía de todo el marasmo heredado del ciclo revolucionario concluido demasiado
débil como para comenzar sola la obra de recomposición del movimiento
revolucionario. Se abría necesariamente un periodo de convivencia con los
sectores supervivientes del naufragio del revisionismo, interesados todavía en
conservar la forma del discurso del comunismo revolucionario, si bien ortodoxos
en la teoría (llamados o autodenominados prosoviéticos,
marxistas-leninistas de distintas filiaciones o maoístas...) y economicistas
redomados en la práctica. La construcción de una futura verdadera línea
proletaria independiente pasaba, pues, por la alianza con una parte de la
aristocracia obrera descontenta con su posición tras el fracaso de la ruptura
democrática y con la política de consenso iniciada con los pactos de la
Moncloa, de finales de los 70, y que en los 80 se había mostrado como
exponente más radical del resentimiento de las capas altas de la clase obrera
industrial que más sufrieron el impacto de la reconversión y la
reestructuración de importantes sectores económicos. El goteo permanente de
conflictos desde Santana y los astilleros gaditanos, hasta
Sintel e Izar que, desde entonces, ha
mantenido encendida la llama del inconformismo de este sector privilegiado del
proletariado, ha dado continuidad y sentido a su sensibilización política y ha
sido la base objetiva para la supervivencia de sus representantes con los
discursos aparentemente más revolucionarios en el movimiento obrero, y
la base sobre la cual se ha apoyado la política de culto a la espontaneidad y
de impaciencia por la fusión inmediata con ese movimiento,
características de los grupúsculos radicalizados que expresan los intereses de
los estratos de la aristocracia obrera más desplazados.
En la primera mitad de los 90, el
Partido Comunista Revolucionario (PCR) cristaliza como expresión política de
esa alianza: a la vez que entronca con lo mejor de la tradición revolucionaria
del proletariado y las mejores experiencias de su vanguardia, arrastra consigo
usos, métodos de trabajo y concepciones propias del revisionismo; junto a la
defensa a ultranza de la formación de los militantes en las obras de Marx,
Engels y Lenin como primer principio, del Partido como eje central e
insustituible de toda política revolucionaria y a la elaboración de los
elementos estratégicos y tácticos fundamentales de la línea proletaria,
acompañaba una visión empirista de la clase obrera y sindicalista en cuanto al
trabajo de masas que exageraba el papel de la lucha de resistencia; junto al
afán de estudio de la experiencia histórica de la Revolución Proletaria
Mundial, abriéndose incluso a varios de sus capítulos antaño vetados o
desconocidos (la revolución cultural china, por ejemplo), demasiados prejuicios
y añoranzas heredados de la época de las certezas absolutas y del sometimiento
cómodo y sumiso al principio de autoridad del dogmatismo doctrinario. En este
entorno contradictorio, se fue forjando y perfilando la línea proletaria, al
mismo tiempo que se daban las condiciones para el deslindamiento de los
elementos antagónicos que conformarán las dos líneas que terminarán
enfrentándose a partir del momento en el que se hace evidente la crisis de
nuestra línea de masas, y al mismo tiempo que maduraban las condiciones para la
andadura independiente y la aplicación más amplia y profunda de la línea
proletaria.
La contradicción entre nuestra línea política y
nuestra línea de masas fue el modo como se reflejó la cohabitación de los
representantes de las dos clases fundamentales de la sociedad en el seno del
PCR. El desarrollo paralelo y simultáneo de concepciones políticas orientadas
por inquietudes divergentes, por los problemas generales de la Revolución
Proletaria y del marxismo-leninismo como teoría de vanguardia, por un lado, y,
por el otro, de otras inspiradas en el interés por los problemas inmediatos de
las masas y de sus luchas de resistencia (aunque más como residuo cultural,
como mentalidad y predisposición intelectual que como fruto de una
participación efectiva en las mismas), culminó con el desencuentro entre ambas
y la abierta lucha de dos líneas. Este episodio se resolvió con el triunfo de
las posiciones proletarias y con la formulación de lo que hemos denominado Nueva
Orientación, como la correcta táctica-plan para la Reconstitución del
Partido Comunista, en la que, finalmente, se perfila una línea de masas
adecuada a la correcta línea general del partido.
A partir de su formulación, en 1996, la Tesis de
Reconstitución se había convertido en el eje entorno al que se articulaba
todo nuestro trabajo teórico y práctico. Esta tesis política unificaba el
criterio marxista-leninista de situar a la ideología proletaria al mando del
proceso político con la consideración de la fusión de esa ideología con las
masas. Pero el requisito del equilibrio entre estos dos elementos la primacía de lo ideológico sobre la base de la
formación teórica y del estudio y de la integración en ellos de la experiencia
histórica del socialismo se rompió en la 5ª Conferencia del partido, cuando la
impaciencia se apoderó de un sector de la organización y se planteó el objetivo
de preparar la fusión con la vanguardia práctica (es decir, pasar al trabajo de
masas en el movimiento espontáneo a corto plazo), independientemente del estado
y de los resultados de la formación y de la investigación de la experiencia de
la Revolución Proletaria Mundial (escasos en general, y, en particular, en este
último apartado como demostraría su posterior desarrollo y algunas de
las conclusiones políticas alcanzadas, como, por ejemplo, la ya imprescindible
tesis del ciclo revolucionario).
El fracaso de esta línea de masas se hizo pronto
patente (estancamiento político y desmotivación militante), abriéndose un debate
entre las posiciones opuestas que ponían el acento, cada una de ellas, en
sendos aspectos de la contradicción teoría-práctica. De esta lucha emergió,
como ya hemos dicho, una visión más panorámica del proceso de Reconstitución
(la Nueva Orientación) y la derrota ideológica de la línea
practicista-economicista. Sin embargo, sus representantes, aunque aceptaron de
palabra el resultado del debate y el salto cualitativo experimentado por la
política proletaria, en la práctica pasaron a aplicar una estrategia cuyo fin
último perseguía la destrucción de la Nueva Orientación. La aplicación de esta
estrategia transcurrió en dos fases: obstaculización y liquidación.
La obstaculización tuvo lugar tanto durante el proceso
inaugurado con motivo de la celebración de nuestra 6ª Conferencia (a través de la escasa colaboración, la elaboración de
resoluciones farragosas y abstractas en materia de organización que
oscurecieron la concreción práctica de la Nueva Orientación, y la
automarginación de la labor constructiva en el pleno conferencial, amén de la
propuesta de debates estériles que en nada aclaraban los elementos de
rectificación de la nueva línea), como, posteriormente, durante la aplicación
de sus acuerdos, forzando una interpretación espontaneísta (militancia a la
carta, liberalismo) y economicista de algunos de sus elementos (construir
movimiento desde los entornos inmediatos del militante, más que desde la lucha
de dos líneas teórica, y exagerar el papel de la vanguardia práctica en la
actual etapa de la Reconstitución).
La fase de liquidación se inició a partir del momento
en que, nuevamente y después de un corto periodo postconferencial, se
polarizaron las posiciones en los mismos términos que los del debate anterior,
principalmente en el seno de la dirección. Se pretendió una desintegración
acelerada de la línea política a través del ataque directo a los órganos de
dirección del partido. En primera instancia, los liquidadores tuvieron éxito y
consiguieron neutralizar al Comité Ejecutivo; pero su ataque contra el Comité
Central fracasó estrepitosamente. En este órgano, el jefecillo del ala
derechista liquidadora propuso la rectificación de la línea del partido,
acordada en Conferencia, desde una intervención basada en un documento-guión de
elaboración propia que implicaba un terrible retroceso de muchos años en
nuestra labor política y que incluía el cuestionamiento radical de los
principales pilares sobre los que se ha sostenido esa política. En este número
de LA FORJA, publicamos la Resolución del Comité Central posicionándose sobre
ese documento, y éste mismo, extractado y comentado para mejor información de
la vanguardia y de la clase acerca de la naturaleza de la lucha de dos líneas
en nuestra organización, para mayor esclarecimiento y deslinde de la línea proletaria
correcta y para provecho de indecisos y vacilantes.
Cuando la firmeza en la defensa de la Nueva
Orientación de la mayoría del Comité Central que
consiguió la separación de los cabecillas sediciosos de la dirección y la
expulsión del partido de su principal dirigente hizo
fracasar el Putsch de los liquidadores, éstos pasaron a organizarse en
fracción y a promover abiertamente la escisión del partido. Consiguieron, desde
la conspiración y el engaño, agrupar a un sector de la base y constituirse en asamblea,
al margen y contra toda indicación de los órganos de dirección legal y
democráticamente elegidos por la Conferencia del partido. Éstos, conscientes de
la necesidad política y de la maduración de las condiciones para la escisión
entre las dos líneas enfrentadas, acordaron la secesión de la parte sana de
nuestra organización de la fracción antipartido, con el fin de frenar el proceso de liquidación de la línea
proletaria y de abrir un nuevo periodo para su aplicación plena y efectiva y
para su futuro desenvolvimiento sin trabas.
Posteriormente, por su parte y para dar un barniz de
legalidad a su traición a la política proletaria, la asamblea fraccional se
autoproclamó como 7ª Conferencia del PCR, con el fin de abrir un proceso de
debate para el “replanteamiento de la línea política del Partido” y para
“reexaminar críticamente todos los documentos elaborados o asumidos por el PCR
a lo largo de su historia”, es decir, para su liquidación confesa. A la
gravedad del asunto se añade que los dirigentes derechistas han ocultado a sus
seguidores el verdadero fondo de toda la trama, las raíces de la controversia,
lo que motivó el último enfrentamiento en el Comité Central: el documento
presentado por el jefe renegado. En la sediciosa asamblea conferencial
no se trató este punto: se ocultó a sus asistentes la verdad, se les sustrajo
el verdadero debate, en definitiva, se les mintió, se les traicionó una vez
más. Todo se fue en hablar de continuar hablando de algo que pudiera pasar en
el futuro por nueva línea política, mientras “se iban haciendo cosas”. Hablar
mientras se hace, ¿habrá método de
trabajo que defina mejor al espontaneísmo y al mismo tiempo su bancarrota?
Los liquidadores han publicado recientemente una hoja
informativa que más bien parece una hoja parroquial y han osado intitularla con la cabecera de la vieja La
Forja, el órgano del proletariado cuyos contenidos han negado y cuya
trayectoria ellos mismos han abandonado. En este esperpento de órgano de prensa
comunista, advierten al “movimiento comunista internacional y a las masas” que
“los camaradas (sic!) que hegemonizaban el Comité Central dimitido (?)
no critican las posiciones contrarias tal cual, sino que las tergiversan
previamente, convirtiéndolas en una caricatura, y, entonces, arremeten contra
ésta. Ningún miembro del PCR aboga por el espontaneísmo, el obrerismo, el
reformismo o cualquier otra expresión del oportunismo de derecha. Al contrario,
todos deseamos forjarnos en la lucha contra toda forma de revisionismo, sea de
derecha o de ‘izquierda’”. El lector de LA FORJA legítima podrá juzgar por sí
mismo estudiando comparativamente la Resolución del Comité Central y el
documento liquidacionista, que nosotros sí publicamos, algo de lo que no podrán
presumir los jefes renegados, ni, para su desgracia, sus adeptos. Lo importante
es poner luz y taquígrafos. Por nuestra parte, nos limitaremos a recordar que
estas gentes ya han reconocido que desean prescindir de los documentos
fundamentales que el PCR ha elaborado a lo largo de su historia, con lo cual no
hacen más que confirmar las denuncias de la Resolución sobre sus pretensiones
liquidacionistas y su naturaleza de renegados. No hay caricatura, por tanto,
sino fiel retrato de la realidad y de la intención. También es importante, por
otro lado, que, a renglón seguido del pasaje citado, manifiesten sus deseos de:
“Mantener los compromisos internacionales del PCR y restablecer las relaciones
en los casos en que el deterioro de las mismas tuvo relación con los defectos
de la antigua dirección cuya crítica ya ha iniciado la 7ª Conferencia Estatal
(extraordinaria)”. “Mantener los compromisos” se refiere, sobre todo, a la
Unión de los Revolucionarios-Comunistas de Francia (URCF), organización
revisionista en la que el cabecilla sedicioso se apoyó para tomar aliento y
orquestar su ataque contra la dirección del partido, aprovechando un encuentro
bilateral en el que, en lugar de deslindar en los terrenos ideológico y
político, se pasó con armas y bagajes a las posiciones oportunistas y reformistas.
La URCF forma parte del ala derechista del movimiento comunista internacional,
que lidera el PTB con su Seminario Comunista Internacional, y que ya
caracterizamos y valoramos en varias ocasiones (Ver LA FORJA nos 8,
27 y 29). Cuando hablan de “restablecer las relaciones”, se comprende que se
refieren, precisamente, al PTB, con el que rompimos en mayo del pasado año,
como bien saben los lectores de LA FORJA. Se trata, por lo tanto y en
definitiva, de “restablecer las relaciones” con el sector derechista del
movimiento comunista internacional, con el que, indudablemente, se sienten
identificados. Este sector sí aboga “por el espontaneísmo, el obrerismo, el
reformismo”, como ya demostramos en nuestro Órgano Central. Desear “restablecer
las relaciones” con él, ¿no es “oportunismo de derecha”?; y denunciarlo, ¿es
caricaturizar la realidad o simplemente retratarla? Como vemos, los falsarios
no sólo ocultan, mienten y emplean las malas artes con el conjunto de la
organización del PCR, su militancia y sus órganos de dirección, también con el
resto de la vanguardia, con el “conjunto del movimiento comunista
internacional” y con “las masas”. Pero no resulta difícil desenmascarar a
quienes con tanta diligencia se desdicen con actos o con sus propias palabras.
De todo lo relatado, concluirá el lector que, incluso
desde el punto de vista formal, es el sector del PCR que apoyó al Comité
Central el legítimo continuador de la trayectoria y depositario de la política
de este partido. En cuanto al punto de vista material, en cuanto al contenido,
la Resolución del Comité Central da buena cuenta del carrusel de renuncias
políticas que han reunido estos facciosos, justamente todo lo que ha ido
conformando nuestras señas de identidad como destacamento de vanguardia, desde
el Plan de Reconstitución hasta el principio leninista de partido de nuevo
tipo. En este sentido, lo último ha sido la negación expresa del
centralismo democrático como principio organizativo del proletariado
revolucionario. En su momento, varios miembros de la fracción, para justificar
su labor escisionista, argumentaron que el Comité Central no tenía potestad
para expulsar a nadie del partido, ¡que esta atribución correspondía solamente
a la asamblea! Esta salida a lo ácrata, naturalmente, supone no sólo la
renuncia a toda la tradición histórica del movimiento comunista internacional,
principalmente a la tradición de la III Internacional, sino que conculca
arteramente la legalidad del partido, el cual, en su Conferencia de
constitución reconocía, en su Resolución de Organización (incluida en el Balance
del trabajo hasta la 1ª Conferencia Estatal y plan para la Reconstitución del
Partido Comunista), que “el Comité Central tiene la capacidad de exonerar o
de cooptar a alguno de sus miembros sin necesidad de convocar una Conferencia”.
Finalmente, en su hoja parroquial, los renegados han terminado hablando claro y
confesando que quieren “construir el Partido Comunista sobre la base de la
democracia”. Como enseña el marxismo-leninismo, tras esta bella palabra se
encuentra siempre la libertad de crítica, el liberalismo, la puerta
abierta para la extensión de la ideología burguesa entre los obreros. Esta es,
pues, la última renuncia al marxismo de toda esta ralea de apóstatas, su
conversión al asamblearismo de corte anarcosindicalista. No en vano pretenden
definir su futura y amorfa línea política como síntesis de las diversas
opiniones de los fraccionarios, “según el criterio mayoritario”. No es,
entonces, el análisis científico de las necesidades objetivas de la lucha de
clases del proletariado y su traducción en tareas políticas lo que debe
perfilar la línea de la vanguardia, sino el consenso o el peso de la mayoría
entre las opiniones dispares, según una apreciación subjetiva de la realidad.
El último paso hacia el oportunismo como línea general de actuación política
está dado. Razón tiene la Resolución cuando denuncia que “bajo la apariencia de
la defensa de la tesis marxista de la práctica como criterio de la verdad, los
liquidadores introducen, en realidad, la tesis revisionista de las masas como
criterio de la verdad”. Del cretinismo democrático, del asamblearismo de origen
pequeñoburgués y ajeno al marxismo como principio organizativo, sumado a la
naturaleza oportunista-derechista de sus principios políticos, resultará, con
el tiempo, el cretinismo parlamentario.
El partido define la línea política de la fracción
liquidacionista como línea oportunista de derecha. Sus líderes dicen,
ante su auditorio, no tener una línea claramente definida, pero es falso,
porque esa línea apareció ya plenamente perfilada ante nuestro Comité Central.
Por mucho que pretendan mostrarla, para consumo interno, como fruto venidero de
un proceso de debate democrático, lo cierto es que la línea está ya
marcada, tanto su recorrido como su desembocadura. Y es que el trayecto de este
caudal de revisionismo y oportunismo viene tranzándose, como sabemos, desde
mucho tiempo atrás. Hasta 1998, el oportunismo de derecha en el PCR era sólo
una tendencia. Pero, entre la 5ª Conferencia y principios de 2002, se
fue reforzando como desviación de la línea general del partido. Es el
periodo de máximo dominio del practicismo y el tradeunionismo, de relativa
hegemonía del estrecho espíritu burgués de la aristocracia obrera en nuestra
actividad política. La contraofensiva proletaria a partir de la primavera de
2002 (la Editorial de LA FORJA nº 25 se hace eco por primera vez de los
planteamientos fundamentales de lo que sería la Nueva Orientación) pareció
desplazar y eliminar el desviacionismo de derecha en el seno de nuestra
organización. Pero los hechos han demostrado que no sólo no fue derrotado ni
apartado, sino que, ocultamente, se ha ido reforzando, hasta configurarse
completamente en línea política terminada, en línea oportunista de
derecha, como política antagónica a la Nueva Orientación, a la línea
proletaria. Las dos líneas, pues, han estado y están delimitadas y claramente
posicionadas frente a frente. El marxismo-leninismo enseña que, alcanzado este
punto, la lucha debe conducirse hasta el final, de manera intransigente y sin
conciliación posible, que la escisión es inevitable y necesaria, y que éste es
el único modo de desarrollar el partido del proletariado revolucionario. Como
decía Engels, en una carta a Bebel (28/10/1882):
“El desarrollo del proletariado se realiza en
todas partes en medio de luchas internas (...). La unidad es algo muy bueno
mientras sea posible, pero hay cosas más elevadas que la unidad”.