La obra de
Stalin El marxismo y la cuestión nacional se ha convertido en un clásico
de la literatura marxista y en referencia obligada para toda toma de contacto o
actualización de la política proletaria en el campo de las nacionalidades. El
trabajo de Stalin constituyó una contribución decisiva en el desarrollo de la
política nacional del bolchevismo. De hecho, debe considerarse que el propio
Lenin, cuando interviene en la polémica, da por supuestas las tesis del
artículo de Stalin. Es falso, por consiguiente, lo que dicen algunos plumíferos
de la burguesía:
"La clara oposición de
Lenin a los detalles de la argumentación de Stalin, su ignorancia deliberada de
la gran teoría staliniana de la nación, no son naturalmente unos argumentos que
sirvan para rechazar el fondo de ésta. No obstante, nos previene en contra de
su sobrevaloración" ([1])
Lenin no ignora la teoría de
Stalin sobre la nación. Muy al contrario, el hecho de que nunca tomase él mismo
en sus manos la tarea de elaborar un análisis sistemático de una cuestión
política (a la que, naturalmente, si no se quería abandonar el marxismo, había
que dotar de bases científicas) tan importante -como había hecho en el caso del
estudio de las condiciones del desarrollo del capitalismo en Rusia, de la
necesidad del partido de vanguardia proletario, o como haría después en temas
como el imperialismo (a pesar de que, esta vez sí, Bujarin ya había publicado
un ensayo sobre el tema) o el Estado proletario- nos inducen a pensar que daba
como implícitos los argumentos de Stalin. Pero hay ocasiones en que Lenin no es
tan reservado. En una carta escrita en febrero de 1913 y dirigida a Kámenev,
dice:
"Troyanovski
ha lanzado una especie de intriga a causa del artículo de Koba El problema
nacional y la socialdemocracia para Proveschenie. ¡¡Quiere que se diga que
es un artículo de carácter polémico, ya que Gabina está a favor de la autonomía
cultural-nacional!!.
Desde luego,
nosotros estamos absolutamente en contra. El artículo es muy bueno. Se
trata de un problema candente y no cederemos ni un ápice en nuestra posición de
principios frente a la canalla bundista" ([2]).
Lenin no sólo
considera "muy bueno" el artículo de Stalin, de acuerdo con una
"posición de principios", sino que se niega a que sea considerado
como un artículo de opinión o como un documento destinado al debate. Por
contra, Lenin da a entender que los argumentos expuestos por Stalin deben
conformar el núcleo de la política bolchevique en relación con el problema
nacional. Por cierto, la tal Gabina era, a la sazón, una apoderada del
C.C. que había sido enviada a Rusia en calidad de secretaria del grupo bolchevique
en la Duma, lo cual explica que la desviación nacionalista en que habían incurrido
los diputados bolcheviques al firmar la Declaración socialdemócrata ante
la Duma no fue casual, y da cuenta de hasta qué punto peligroso el
liquidacionismo en versión nacionalista había copado posiciones en el seno de
la organización bolchevique.
En cuanto a su
beneplácito sobre el posicionamiento staliniano, Lenin no se limita a
expresarlo de forma privada. Públicamente también lo hace, aprovechando para
exponer el significado y el alcance que, para él, tenía la obra de Stalin. En
diciembre de 1913, publica en Sotsial-Demokrat el artículo titulado Acerca
del programa nacional del POSDR, donde escribe:
"En esta
resolución (se refiere a la aprobada en la reunión de Poronin por el C.C. -N.
de la R.), se indica detalladamente por qué y de qué modo el problema
nacional ha pasado a ocupar hoy un lugar destacado, (...). En verdad, no
creemos que haya necesidad de pararse a tratar de ello, ya que los términos de
la cuestión están completamente claros. En la literatura teórica marxista, esta
cuestión y las bases del programa nacional socialdemócrata han sido
esclarecidas en el último tiempo (aquí destaca sobre todo el artículo de
Stalin). Por eso, estimamos que en el presente artículo será oportuno limitarse
a plantear la cuestión desde un punto de vista puramente de partido (...)"
([3]).
Por nuestra
parte, podemos apostillar que ese "punto de vista de partido" será el
que adopte casi siempre Lenin en sus intervenciones en el debate sobre las
nacionalidades, y que, de este modo, da por resuelto el aspecto o el
"punto de vista" científico de la cuestión. Esto, el hecho de
que Lenin siempre tome como punto de partida la política, explica, por otra parte,
esa relativa diferencia de perspectiva a la hora de abordar la cuestión entre
ambos que a veces se reprocha a Stalin, aludiendo a cierto academicismo o
escolasticismo en su planteamiento. Desde luego, es cierto que Lenin parte
del movimiento nacional como algo dado, como algo previamente
existente; de lo contrario, no existiría el problema desde el punto de vista
político. Es, entonces, en este sentido, en el que él participa en el debate
político sobre el programa nacional del marxismo. Stalin, en cambio, debe
retrotraerse hacia el fenómeno histórico -aunque en esta ocasión no utilice un
método muy historicista- y fijar las bases científico-conceptuales que
hagan posible elaborar correctamente ese programa. Algo, desde luego, a todas
luces menos brillante que salir airoso de una refriega dialéctica.
Ni que decir
tiene que todas estas precisiones sobre la concordancia político-ideológica
entre Lenin y Stalin en la política nacional deberían ser superfluas, habida
cuenta de que estamos hablando del primer Comisario del Pueblo para las
Nacionalidades designado por el Gobierno Soviético que presidía Lenin en 1917,
si no fuera porque, desde Jruschov, la burguesía sabe que el desprestigio
sistemático de la figura de Stalin -independientemente de si las críticas
tienen o no fundamento- abre la puerta al desprestigio de Lenin y del
leninismo, y si no fuera porque esa burguesía y sus acólitos han invertido
energías y dinero en cantidad desmedida para abrir de par en par esa puerta.
Sin ir más lejos, nos hallamos ante un ejemplo producto de esa estrategia que
persigue el distanciamiento político e ideológico -y también personal- entre
las dos figuras más importantes del bolchevismo. Aparte de tergiversar, como ya
hemos comprobado, los planteamientos de partida y de mentir sobre el
posicionamiento inicial de ambos dirigentes, los intelectualillos de la
burguesía también quieren envenenar la identificación que existía entre ellos
en cuanto al fondo del problema que se estaba ventilando en el debate sobre la
cuestión nacional:
"En esta
polémica se trataba de demostrar que la autonomía de las minorías nacionales en
Rusia no podía concebirse al margen de cierta base territorial de estas
minorías y que la única manera de organizar el Partido era por subdivisiones
territoriales. Para llegar a esta conclusión, Stalin creyó necesario elaborar
una teoría general según la cual el territorio es, en todas las circunstancias,
tiempos y lugares, una característica de la nación" ([4]).
Aquí, nuestro
autor exagera. Es cierto que Stalin considera al territorio como una
característica inseparable de la nación, pero junto con otras y no de manera
destacada sobre ellas. Ya transcribimos más arriba sus palabras en este
sentido, cuando señala que no existe "ningún rasgo distintivo único de
la nación", sino que ésta es un conjunto de rasgos, y que en unas naciones
destacan unos y en otras otros. Stalin no pone de relieve la territorialidad
sobre los demás. Exagerar esto es tergiversar su teoría y hacerla partícipe,
precisamente, de la unilateralidad por la que él mismo censuraba a la teoría de
Bauer. Nuestro autor, además, también miente. En relación con la
organización del partido, en la línea de construcción partidista
bolchevique jamás ha dominado el criterio territorialista. Al contrario,
siempre fue conjugado con otras formas organizativas más importantes incluso
que los organismos territoriales (células de fábrica, comités funcionales de
todo tipo, etc.). Es más, en la época en que nos situamos, en pleno fragor de
la batalla contra el liquidacionismo, el problema de la organización sobre una
base territorial no constituía el debate principal, que se centraba, más
bien, en la idoneidad o no de mantener la estructura clandestina del POSDR y en
reconstituir la organización del partido sobre la base de la vieja política
revolucionaria. El problema de la territorialidad organizativa era producto
subsidiario del debate en torno a la cuestión nacional y ni siquiera cubría lo
más importante de dicho problema, ya que en lo que puso el acento el
bolchevismo -en lo que la discusión sobre las nacionalidades afectaba a la
organización del partido- no fue en su disposición territorial. sino en su no
disposición nacional; es decir, en que los obreros se organizasen desde
abajo independientemente de su nacionalidad. El criterio que siguieron fue,
pues, el del internacionalismo, dejando otras consideraciones, la
territorialidad incluida, en un segundo plano.
Pero, al margen
de esto, lo más importante es que la exageración de la cuestión territorial por
parte de nuestro autor le lleva a oscurecer y desvirtuar el verdadero sentido
de la polémica que sobre el problema nacional se desarrolló en el seno de la
socialdemocracia de Rusia en 1913 y 1914. La tergiversación consiste en
sobredimensionar diferencias de matiz en la apreciación de Lenin y Stalin del
programa austríaco de autonomía nacional, de manera que se les confronta como
exponentes de dos líneas políticas contrapuestas en el tema nacional.
"En su
artículo, Stalin analiza el texto adoptado en Brünn. Ve fundamentalmente en él
un texto extraterritorial. 'No es difícil advertir -continúa nuestro autor
citando a Stalin-, escribe, que en este programa han quedado algunas huellas de
territorialismo, pero en general este programa es la formulación de la
autonomía nacional', es decir, como Stalin explica claramente, la autonomía
extraterritorial. En su opinión, Springer y Bauer han acogido favorablemente
este texto porque se adecuaba a sus ideas (...). De este modo, Stalin amalgama
los programas de Brünn, Renner-Springer y Bauer para condenarles conjuntamente
como partidarios de la autonomía nacional cultural extraterritorial, 'variedad
sutil del nacionalismo' (...).
Es difícil no
considerar como una abierta desautorización las opiniones clara y directamente
contrarias de Lenin, publicadas unos meses después en la misma revista. (...).
El programa adoptado en Brünn es un programa fundamentalmente territorialista,
puesto que la moción extraterritorialista de los yugoslavos fue rechazada. 'Se
adoptó un programa territorialísta -prosigue nuestro autor citando ahora a
Lenin para contradecir a Stalin-, es decir, no se crea ningún grupo nacional
sin respetar el territorio ocupado por los miembros de la nación'. Es cierto
que el parágrafo 39 esboza un compromiso equivocado en la dirección de la
extraterritorialidad. Pero esto no impide que 'el programa nacional de Brünn se
sitúe enteramente en el terreno de la autonomía nacional-territorial'. (...).
Así pues, el programa de Brünn es digno de ser tenido en cuenta y Lenin va
bastante lejos en dicho sentido" ([5]).
Y para terminar,
a nuestro autor no se le ocurre otra cosa que transcribir un pasaje de las Notas
críticas sobre el problema nacional de Lenin que, precisamente,
contradice -como no podía ser de otra manera- lo que acaba de afirmar tan
rotundamente:
"No hay
duda de que para suprimir toda opresión nacional, es de gran importancia crear
unos distritos autónomos, incluso en proporciones ínfimas, de
composición nacional completa y única, en torno a los cuales podrían también
'gravitar' y entrar en relación y en libres asociaciones de todas clases los
miembros de una nacionalidad determinada, dispersos en diferentes puntos del
país o incluso del globo. Todos estos hechos son incontestables y sólo cabe
negarlos desde una perspectiva rutinaria y burocrática" ([6]).
Es decir,
"Lenin suaviza el punto 3 de Brünn. En lugar de una Verband, unas
asociaciones libres. Las regiones, además, deben fijarse teniendo en cuenta
también factores económicos y no 'única y exclusivamente' las fronteras de las
nacionalidades. Stalin, en cambio, preconizaba la autonomía regional sin
aportar todos esos matices mediante los cuales Lenin insiste acerca de la
necesidad de prestar gran atención -entre otros- a los factores nacionales en
el sentido del programa de Brünn" ([7]).
Y a pesar de que
su crítica va perdiendo mordiente a ojos vista (lo que empezó siendo "una
abierta desautorización" de Lenin a Stalin, ha quedado en simple
diferencia de "matices"), su insidiosa intención todavía le da fuerza
para concluir:
Lenin "deja
totalmente de lado su teoría (la de Stalin). En varias ocasiones anota: 'dos
teorías marxistas sobre la cuestión nacional'. Son la de Bauer-Renner y la de
Kautsky. No admite otra tercera" ([8]).
En
otras palabras, las dos líneas políticas enfrentadas en la polémica de
1913-1914 son la que defiende la autonomía nacional cultural (extraterritorial)
y la que defiende la autonomía nacional territorial.
Nuestro
malabarista intelectual, desde luego, ha ejecutado bien el ejercicio; pero le
hemos visto el truco.
En
primer lugar, Lenin enfrenta -como efectivamente lo hace- el territorialismo de
Brünn contra la autonomía nacional cultural de los partidos políticos
rusos, principalmente el Bund, no contra la autonomía regional de
Stalin. En Rusia, el Bund pasaba por ser el adaptador del programa
nacional-cultural austríaco, y Lenin lo que hace en estos casos es argumentar
con las propias palabras del adversario: si los judíos del Bund dicen
que el programa de Brünn es adecuado para resolver el problema nacional en
Rusia, ¿por qué adoptan la autonomía nacional cultural de Bauer que no fue
aprobada en Brünn?, ¿por qué no copian de verdad aquel programa? ([9]).
Este es uno de los argumentos de Lenin para refutar el programa de autonomía
nacional cultural tal y como era presentado en Rusia. Lenin no
trataba de refutar la teoría general de la autonomía nacional cultural. Esto se
lo dejó a Stalin. Sólo pretendió aportar argumentos en la crítica a su
manifestación específicamente rusa y combatir sus perniciosos efectos (más
perniciosos que la autonomía nacional territorial) para el desarrollo
revolucionario del proletariado. Otro ejemplo de este método utilizado por
Lenin contra el Bund fue, precisamente, utilizar argumentos del padre
espiritual de los bundistas, Otto Bauer, para refutar sus propias
pretensiones políticas:
"En
Austria es precisamente Otto Bauer, el principal teórico de la 'autonomía
cultural-nacional', quien ha dedicado un capítulo especial de su libro a
demostrar la imposibilidad de aplicar este programa a los hebreos" ([10]).
¿Significa esto que Lenin fuera baueriano, partidario de la autonomía
nacional cultural? ¡Por supuesto que no! ([11]).
Entonces,
¿es Lenin partidario de la autonomía nacional territorial frente
a la autonomía regional de Stalin? Es más, ¿tiene esta diferenciación
mayor transcendencia que unos simples "matices", como termina
reconociendo nuestro postulante al antiestalinismo?. Por partida doble, no.
La
autonomía nacional territorial toma como base una división territorial del
Estado y sobre ella organiza las autonomías considerando la nacionalidad como
el factor o criterio principal. La autonomía regional, en cambio, adopta
también como primer paso una división territorial como base, pero no establece a
priori un criterio o factor principal para organizar las autonomías. La
diferencia es de matiz, y no constituiría ningún problema en países como España,
donde las nacionalidades están muy definidas territorialmente. Pero en el
Imperio austro-húngaro de la época -donde las nacionalidades no viven en
territorios claramente delimitados, sino inextricablemente mezcladas entre sí-
este "matiz" podría provocar una auténtica crisis nacional
permanente. Por eso, para el marxismo, lo correcto es adoptar, desde el punto
de vista de los principios y del programa político, un criterio general,
abierto, que no anteponga unos criterios a otros sin tener en cuenta las
circunstancias concretas de todo tipo del territorio que se quiere ordenar, y
sin considerar cuáles de ellas son las que principalmente hay que tener en
cuenta. Este criterio no es otro que la autonomía regional. Y para
demostrar que Lenin es partidario de ésta más que de la autonomía nacional
territorial (aunque sea más partidario de esta última que de la autonomía
nacional cultural) sólo tenemos que continuar transcribiendo la cita de las Notas
críticas que nuestro amigo nos presentó y que con deliberada malicia cortó
demasiado pronto y resumió demasiado mal:
"Ahora bien, la composición nacional de la población es uno de los
factores económicos más importantes, pero no el único ni el
más importante. Las ciudades por ejemplo, desempeñan un papel económico importantísimo
en el capitalismo, y se distinguen por doquier (...) porque presentan una
composición nacional de la máxima heterogeneidad. Sería absurdo e imposible
separar por consideraciones 'nacionales' a las ciudades de las aldeas y
comarcas que desde el punto de vista económico tienden hacia ellas. Por eso,
los marxistas no deben atenerse total y exclusivamente al principio
'nacional-territorial'.
Mucho
más acertada que la solución austríaca es la propuesta por la última
conferencia de los marxistas de Rusia (se refiere a la reunión del C.C.
celebrada en Poronin en octubre de 1913), la cual expuso sobre este problema la
tesis siguiente:
'...
son necesarias... una amplia autonomía regional' (no sólo para Polonia,
naturalmente, sino para todas las regiones de Rusia) 'y una administración
autónoma local plenamente democrática, al delimitarse las fronteras de las
regiones que gocen de mayor o menor autonomía' (que no han de ser las
existentes entre las actuales provincias, distritos, etc.), 'teniendo en cuenta
la propia población local, las condiciones económicas y de vida, la composición
nacional de la población, etc.'
La composición
nacional de la población figura aquí al lado de otras condiciones (en
primer término las económicas; luego, las condiciones de vida, etc.) que
deben servir de base a la demarcación de nuevas fronteras en consonancia con el
capitalismo moderno y no con la burocracia y el atraso asiático. La población
local es la única que puede 'tener en cuenta' con toda exactitud estas condiciones,
y en ello debería basarse el Parlamento central del Estado al trazar las
fronteras de las regiones autónomas y los límites de competencia de las dietas
autónomas" ([12]).
Para
ser más directos, si cabe, propongamos unas líneas donde Lenin dice
abiertamente no a la autonomía nacional territorial. Refiriéndose
al tercer punto del Programa de Brünn, indica:
"Es
una consigna de compromiso, pues en ella no hay ni sombra de autonomía nacional
extraterritorial (personal). Pero incluso esta consigna (la de autonomía
nacional territorial) es errónea y perjudicial, pues no es en modo alguno tarea
de los socialdemócratas rusos unir en una nación a los alemanes de Lodz, Riga,
Petersburgo y Sarátov. Nuestra tarea consiste en luchar por la democracia
completa y por la abolición de todos los privilegios nacionales para
unir a los obreros alemanes de Rusia con los de las demás naciones en la
defensa y desarrollo de la cultura internacional del socialismo" ([13]).
El
error de la malintencionada interpretación de nuestro interlocutor consiste en
obcecarse en confundir una concesión -el reconocimiento de que no se puede
olvidar el factor nacional a la hora de ordenar el territorio- con el punto de
vista leninista en esta materia. En realidad, Lenin no considera "digno de
tener en cuenta" el programa de Brünn más que para tirarlo al
tejado de los bundistas. En la cabeza de este señor, desde luego, Lenin
queda reflejado como un moderado nacionalista.
Lenin
y Stalin, por lo tanto, comparten el mismo punto de vista sobre la cuestión
nacional, tanto en los planteamientos como en las soluciones. Pero ahora que
sabemos que la cosa no estaba dividida entre autonomía nacional territorial
frente a la extraterritorial, sino entre autonomía nacional, sin
más -sea territorial o no-, y autonomía regional, y que tanto Lenin como
stalin, como buenos internacionalistas, se inclinaban por la segunda de ellas,
¿es cierto que las dos líneas políticas fundamentales enfrentadas en la
polémica eran, entonces, las que defendían cada una de estas dos consignas
-como defiende nuestro autor-? Pues tampoco.
En
el artículo de Sotsial-Demokrat reseñado más arriba, Lenin repasa
brevemente la historia de las luchas en tomo a la cuestión
nacional en el POSDR y escribe:
"
(...) al aprobarse definitivamente el Programa del POSDR en el II
Congreso, en agosto de 1903, se libró una lucha (...) contra el torpe intento
de algunos socialdemócratas polacos de poner en duda el 'derecho de
las naciones a la autodeterminación', es decir, caer en el oportunismo y
el nacionalismo desde un lado completamente distinto.
Y
ahora, después de diez años, la lucha está entablada a través de las dos mismas
líneas fundamentales" ([14]).
La lucha de dos líneas, por lo tanto, se ventila entre
nacionalismo e internacionalismo; en concreto, entre la autonomía
nacional (ya sea territorial, ya extraterritorial) y el derecho a la
autodeterminación de las naciones. El problema de la autonomía
regional es secundario, está subordinado al de la autodeterminación y sólo se
puede aplicar en función del ejercicio de ese derecho; derecho que, por su
parte, es el único garante de la igualdad entre las naciones, del destierro de
todo privilegio de una nación sobre otra nación, premisas exigidas por la
democracia consecuente y por el socialismo que la autonomía nacional, con uno u
otro matiz, no puede asegurar.
Notas:
[1] RODINSON, Maxime: "Sobre la teoría marxixta de la nación"; en STALIN: El marxismo y la cuestión nacional. Ed. Anagrama. Barcelona, 1977; p. 133. En el mismo sentido se dice: "(...) es interesante observar que Lenin no parece haber apreciado demasiado el conjunto de la obra de Stalin. Esperaba mucho de ella (...). Pero debió sentirse decepcionado en varios planos" (Ibídem, p. 127).
[2] LENIN. V.I.: OC.. t. 48. p. 192. Koba era el seudónimo utilizado por J. V. Djugaschvili antes de que adoptara el de Stalin.
[3] LENIN, V.I.: OC., t. 24, p. 239
[4] RODINSON, M.: Op. cit., p. 127
[5] Ibídem, págs. 130-132
[6] Ibid., p. 132 y LENIN, V.I.: OC., t. 24 págs. 161 y 162
[7] RODINSON, M.: Op. cit. p. 132
[8] Ibídem, págs. 132 y 133
[9] Ver, por ejemplo, LENIN, V.I.: OC., t. 24, p. 331
[10] Ibídem, p. 148. En OC. t. 23, p. 222, Lenin señala que ni Bauer ni Kautsky "reconocen la 'autonomía nacional cultural' para los judíos, y el propio kautsky declara abiertamente que los judíos de Europa oriental (Galitzia y Rusia) son una casta y no una nación."
[11] La cita continúa en los siguientes términos: "En Rusia son precisamente todos los partidos burgueses hebreos -y el Bund que les hace coro- quienes han aceptado este programa. ¿Qué significa esto? Esto significa que la historia ha puesto al desnudo en la práctica política de otro Estado lo absurdo de las fantasías de Bauer, exactamente igual que los bernsteinianos rusos (Struve, Tugán-Baranovski, Berdiáev, y compañía) pusieron al desnudo, con su rápida evolución del marxismo al liberalismo el verdadero contenido ideológico del bernsteinianismo alemán" (LENIN, V.I.: OC., t. 24, págs. 148 y 149. Ver también, ibid., p. 241.
[12] Ibid., págs. 162 y 163 (la negrita es nuestra -N. de la R.-)
[13] LENIN, V.I.: OC., t. 23, págs. 336 y 337
[14] LENIN, V.I.: OC., t. 24, págs. 240 y 241