La crítica de Stalin

Tras la reunión de Cracovia del C.C., Josif V. Stalin no regresó para cruzar la frontera rusa con sus camaradas que trabajaban en el interior. Al contrario, se alejó de ella, dirigiendo sus pasos hacia Viena. Lenin le había encargado personalmente la elaboración de un trabajo que contuviese de una manera sistematizada el punto de vista marxista sobre la cuestión nacional y que saliera al paso, de forma crítica, de la ola nacionalista que enturbiaba el movimiento obrero en Rusia. Stalin parecía ser la persona indicada. Convencido bolchevique y, por tanto, marxista internacionalista, su origen georgiano excluiría toda acusación de chovinismo ruso, además de que le permitía disfrutar de una posición cercana al punto de vista de las naciones oprimidas. En primer lugar, ya había demostrado sus posiciones marxistas consecuentes en 1904 y en 1906 al oponerse a sucesivos rebrotes en la socialdemocracia caucasiana de la tesis de autonomía nacional cultural. En segundo lugar, recientemente, un grupo de mencheviques encabezado por Noi Zhordania había vuelto a poner en el orden del día entre los socialdemócratas georgianos esa misma cuestión. El trabajo de Stalin atajaría de una vez algunos de los cauces por los que se ramificaba la ya caudalosa corriente del nacionalismo.

En una carta a Máximo Gorki de finales de febrero de 1913, Lenin da noticia de las expectativa abiertas entre la dirección bolchevique por el encargo de Stalin:

"En cuanto al nacionalismo, coincido plenamente con usted: habría que ocuparse de esto seriamente. Tenemos a un portentoso georgiano que se ha puesto a escribir para Proveschenie un extenso artículo, para el cual ha reunido todos los materiales austríacos y otros. Nos empeñaremos en esto" ([1]).

Entre enero y febrero de 1913, Stalin trabajó en Viena en su obra La cuestión nacional y la socialdemocracia, que se publicaría en los números 3, 4 y 5 de la revista teórica bolchevique Prosveschenie. A partir de 1914, cuando el extenso artículo fue publicado de nuevo como folleto aparte, adoptó el título por el que se le conoce comúnmente de El marxismo y la cuestión nacional.

Este trabajo de Stalin va dirigido contra las tesis austromarxistas sobre el problema nacional y su principal representante, Otto Bauer. Comienza, tras enumerar los motivos que habían suscitado la polémica en torno a la cuestión nacional en Rusia, definiendo los elementos que caracterizan a la nación y la nación misma, definición que ya se ha hecho clásica:

"Nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura" ([2]).

Y aclara, seguidamete, que "ninguno de los rasgos indicados, tomado aisladamente, es suficiente para definir la nación. Más aún: basta con que falte aunque sólo sea uno de estos rasgos, para que la nación deje de serlo"([3]). Así, por ejemplo, ni los judíos de Rusia y América, puesto que viven en distintos territorios, forman una misma nación; ni los alemanes y los letones del Báltico, pues no comparten un mismo idioma.

Establecido esto, Stalin pasa a criticar la tesis de R. Springer (seudónimo de K. Renner) y O. Bauer sobre el carácter nacional como el rasgo distintivo esencial de la nación. Para Bauer, la nación "es el conjunto de hombres unidos en una comunidad de carácter sobre la base de una comunidad de destinos" ([4]). "Así, pues -responde Stalin-, una comunidad de carácter nacional sobre la base de una comunidad de destinos, al margen de todo vínculo obligatorio con una comunidad de territorio, de lengua y de vida económica" ([5]). Para Stalin, "Bauer establece un límite infranqueable entre el 'rasgo distintivo' de la nación (el carácter nacional) y las 'condiciones' de su vida, separando lo uno de las otras. Pero ¿qué es el carácter nacional sino el reflejo de las condiciones de vida, condensación de las impresiones recibidas del medio circundante? ¿Cómo es posible limitarse a no ver más que el carácter nacional, aislándolo y separándolo del terreno en que brota?" ([6]). "El punto de vista de Bauer -continúa Stalin-, al identificar la nación con el carácter nacional, separa la nación del suelo y la convierte en una especie de fuerza invisible y que se basta a sí misma. El resultado no es una nación viva y que actúa, sino algo místico, imperceptible y de ultratumba"([7]). En conclusión: "Está, pues, claro que no existe, en realidad, ningún rasgo distintivo único de la nación. Existe sólo una suma de rasgos, de los cuales, comparando unas naciones con otras, se destacan con mayor relieve éste (el carácter nacional), aquél (el idioma) o aquel otro (el territorio, las condiciones económicas). La nación es la combinación de todos los rasgos, tomados en conjunto" ([8]).

En segundo lugar, cuando pasa a analizar el movimiento nacional, Stalin completa la definición de nación:

"La nación no es simplemente una categoría histórica, sino una categoría histórica de una determinada época, de la época del capitalismo ascensional. El proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso en que los hombres se constituyen en naciones" ([9]).

Así ocurre en Europa occidental, donde la formación de las naciones significa su transformación en Estados nacionales independientes. Pero en Europa oriental, donde el capitalismo es débil y el feudalismo aún no ha sido liquidado, se forman Estados integrados por varias naciones, como era el caso de Rusia o Austria-Hungría. Sin embargo, el desarrollo del capitalismo en estas naciones hace que despierten a una vida propia y a la "idea nacional". Hasta que tropiezan con la resistencia de las capas dirigentes de las naciones dominantes que se hallan a la cabeza del Estado. Lo que en Europa occidental era una excepción (Irlanda), en Europa oriental es la regla.

La lucha se entabló, pues, "no entre las naciones en su conjunto, sino entre las clases dominantes de las naciones dominadoras y de las naciones postergadas". La burguesía ascendente "es el principal personaje en acción" ([10]). Su capacidad para atraerse a "los de abajo" con consignas sobre la "patria", "haciendo pasar su propia causa por la causa de todo el pueblo" ([11]), reclutando así a todo un ejército bajo su bandera, significa el comienzo del movimiento nacional, cuya fuerza está determinada "por el grado en que participan en él las extensas capas de la nación, el proletariado y los campesinos" ([12]). Y, en lo que respecta al proletariado, que "tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar bajo la bandera de la burguesía" ([13]), su grado de participación en el movimiento nacional depende del grado de desarrollo de las contradicciones de clase, y de su nivel de conciencia y de organización. Cuando la burguesía consigue arrastrar al proletariado al movimiento nacional, "entonces exteriormente parece que en la lucha nacional participa 'todo el pueblo', pero eso sólo exteriormente. En su esencia, esta lucha sigue siendo siempre una lucha burguesa, conveniente y grata principalmente para la burguesía" ([14]).

En el fondo de todo esto, lo que se está ventilando como algo fundamental para la joven burguesía es el mercado. "Dar salida a sus mercancías y salir vencedor en su competencia con la burguesía de otra nacionalidad: he ahí su objetivo. De aquí su deseo de asegurarse 'su' mercado, un mercado 'propio'. El mercado es la primera escuela en que la burguesía aprende el nacionalismo" ([15]).

Después de señalar que el contenido del movimiento nacional no puede ser el mismo en todas partes, sino que "está determinado íntegramente por las distintas reivindicaciones que presenta el movimiento" ([16]), por su programa -donde desaparece la universalidad del "carácter nacional" de Bauer ([17])-, Stalin advierte que la naturaleza de clase del movimiento nacional no es óbice para que el proletariado participe en la lucha contra la opresión nacional Y esto por tres motivos, fundamentalmente.  En primer lugar, porque la restricción de los derechos frena el desarrollo espiritual del proletariado. En segundo lugar, la represión nacionalista desvía la atención de extensas capas del proletariado de las cuestiones sociales hacia las cuestiones nacionales, caldo de cultivo ideal para la prédica burguesa sobre la "armonía de intereses". De este modo se levanta una seria barrera ante la unificación de los obreros de todas las nacionalidades. Finalmente, la opresión nacional permite pasar al sistema de "azuzamiento" (progromos, matanzas, etc.) de unas naciones por otras, lo cual supone otro gran obstáculo erigido contra la unidad internacional del proletariado ([18]).

Por todo esto, añade Stalin, el marxismo "proclama el derecho de las naciones a la autodeterminación". "El derecho de autodeterminación significa que sólo la propia nación tiene derecho a determinar sus destinos, que nadie tiene derecho a inmiscuirse por la fuerza en la vida de una nación, a destruir sus escuelas y demás instituciones, a atentar contra sus hábitos y costumbres, a poner trabas a su idioma, a restringir sus derechos" ([19]).

El derecho de autodeterminación, por tanto, no significa sólo derecho a la separación -clave ésta con la que correctamente era interpretado en la Rusia prerrevolucionaria, y con la que se interpreta también correctamente, ese derecho en la España actual-, también significa la no injerencia en los asuntos internos de los pueblos. Esta lectura, en cambio, se olvida o no se tiene en cuenta con demasiada frecuencia en el mundo de hoy, cuando la intervención imperialista, enarbolando la bandera de la teoría de la soberanía limitada (por los famosos derechos humanos, que exigen quienes menos los cumplen), hace y deshace a su antojo en el mapa mundi actual.

En cualquier caso y puesto que el derecho de autodeterminación implica que cada nación es libre para organizarse conforme a sus deseos, incluso tiene derecho a volver al viejo estado de cosas, Stalin recuerda que el deber del marxismo, "que defiende los intereses del proletariado, y los derechos de la nación, integrada por diversas clases, son dos cosas distintas" ([20]), lo cual significa que el marxismo no tiene porqué defender todas y cada una de las reivindicaciones de una nación. Por poner un ejemplo actual, que el comunismo deba denunciar y hacer todo lo posible por evitar ataques militares como el reciente del imperialismo norteamericano a Afganistán, no significa que apoye al movimiento de los talibanes. Mientras el comunismo reclama el derecho del pueblo afgano a decidir por sí mismo sin injerencias exteriores, criticará la política islamista de ese régimen y apoyará la lucha del pueblo y del proletariado afganos en el cumplimiento de sus tareas revolucionarias.

Para terminar la caracterización del movimiento nacional, Stalin escribe:

"Los destinos del movimiento nacional, que es en sustancia un movimiento burgués, están naturalmente vinculados a los destinos de la burguesía. La caída definitiva del movimiento nacional sólo es posible con la caída de la burguesía. Sólo cuando reine el socialismo se podrá instaurar la paz completa. Lo que sí se puede, incluso dentro del marco del capitalismo, es reducir al mínimo la lucha nacional, minarla en su raíz, hacerla lo más inofensiva posible para el proletariado" ([21]).

Aquí conviene detenerse para destacar una idea importante desde el punto de vista de la elaboración de la línea política proletaria en lo que toca a la cuestión nacional. Hay que subrayar que Stalin dice que sólo "cuando reine el socialismo se podrá instaurar la paz completa". Se entiende que -teniendo presente la experiencia histórica del socialismo hasta nuestros días- "cuando reine el socialismo" a escala mundial, pues mientras vaya instaurándose poco a poco en los distintos países, de manera que deba convivir con el capitalismo, no será la paz precisamente lo que "reine". Pero no es esto a lo que queremos referirnos, sino a que Stalin se limita a enunciar que el socialismo instaurará "la paz completa", algo muy distinto a lo que durante décadas se puso muy en boga -sobre todo en la posguerra, cuando los movimientos de liberación nacional despertaron y muchos de ellos recibieron la influencia soviética- entre algunas corrientes del movimiento comunista internacional, sobre todo izquierdistas y trotskistas, para quienes sólo el socialismo podrá resolver la cuestión nacional. Algo a todas luces falso.

Cuando correctamente dice Stalin que el socialismo instaurará la paz completa, se refiere a la paz entre naciones, pues la guerra entre clases proseguirá naturalmente. En segundo lugar, Stalin no dice -y no puede decir- que el socialismo resolverá el problema nacional, por dos razones: porque el proletariado jamás va a pretender realizar el principio nacional; es decir, el de la articulación política de la nación, el de su constitución en un Estado. El proletariado procurará la unión de todas las nacionalidades que viven bajo el Estado opresor que quiere destruir. Los proletarios decimos, con Lenin: "La autonomía es nuestro plan de construcción del Estado" ([22]). Y, segundo, porque el socialismo, como etapa histórica de transición del capitalismo al comunismo, heredará problemas y contradicciones de naturaleza y origen nacional, como, por ejemplo, el paso de una integración económica mundial realizada al modo capitalista (imperialismo), con su división internacional del trabajo peculiarmente especializada y expoliadora en la que la mayoría de las naciones ven cercenadas sus expectativas de desarrollo, a una integración económica mundial realizada al modo socialista. O bien, como indica Lenin:

"Las antipatías nacionales no desaparecerán tan pronto; el odio -completamente legítimo- de la nación oprimida a la nación opresora continuará existiendo durante cierto tiempo; sólo se disipará después de la victoria del socialismo y después de la implantación definitiva de relaciones plenamente democráticas entre las naciones. Si queremos ser fieles al socialismo, debemos ya ahora dedicarnos a la educación internacionalista de las masas, imposible de realizar entre las naciones opresoras sin propugnar la libertad de separación de las naciones oprimidas" ([23]).

Lo que sí dice Stalin es que, "en el marco del capitalismo", el proletariado puede limitar, "minar", la lucha nacional para hacerla inofensiva para su lucha de clase. Y esto sólo se consigue defendiendo la igualdad de las naciones y su derecho a la autodeterminación. En este sentido, en el sentido de "minar" las relaciones de opresión establecidas entre las naciones, el proletariado puede prevenir la guerra nacional. Lo que le será más difícil, y por eso insiste en que "sólo el socialismo" podrá instaurar la paz completa entre las naciones, será prevenir las controversias nacionales propias de las relaciones capitalistas llevadas al plano internacional, principalmente, la competencia por los mercados hasta llegar a la guerra y la opresión nacional que nuevamente derivará de ella ([24]).

Ya que hemos traído a colación al trotskismo pongamos un ejemplo de cómo esta corriente confunde y mezcla las tareas políticas del proletariado:

"De acuerdo con esta teoría (de la revoluciór permanente) (...), la lucha en los países atrasados por 1a independencia nacional sólo podía tener éxito si la clase trabajadora asumía el liderazgo en la lucha, transformandola así en una lucha por el poder obrero y buscando 1a extensión de una revolución socialista victoriosa a otros países.

Esta posición reflejaba la comprensión de Trotsky de que el desarrollo del imperialismo había conducido a una situación en la cual los prerrequisitos objetivos para el socialismo existían, no en ningún país individual, sino a escala mundial, mientras que la inclusión de cada país en el sistema capitalista internacional implicaba que la genuina independencia nacional era imposible en tanto que ese sistema existiera. Trotsky no concluía, como Rosa Luxemburgo, que la lucha nacional era irrelevante y reaccionaria, sino que, para que triunfara, tenía que convertirse en una lucha por el poder obrero" ([25]).

Nos abstendremos de referimos a la teoría de la revolución permanente; nos ceñiremos a lo que, en este caso, implica. La tesis de que, para que triunfe la lucha nacional, debe convertirse en una lucha por el poder obrero o por el socialismo es una forma sutil y moderna de "adaptar el socialismo al nacionalismo", porque pretende resolver las tareas revolucionarías de un plumazo, incluida la de la "independencia nacional", desvirtuando en una mezcolanza ridícula el verdadero sentido de las tareas del socialismo. Que el proletariado pueda y deba encabezar luchas de carácter democrático no significa que, de pronto, esas luchas adquieran por arte de magia un contenido socialista. La solución del problema nacional, sensu stricto, pasa por la aplicación del principio democrático de autodeterminación nacional y, en la mayoría de los casos, por la realización del principio nacional, que es la organización de las naciones en Estados, lo que, a su vez y "dentro del marco del capitalismo", conlleva competencia internacional y guerras. Es decir, el principio nacional realizado trae consigo la guerra y la opresión nacional. ¡Pero Stalin (el marxismo-leninismo) -a diferencia de Trotsky- dice que el socialismo traerá la paz! Por lo tanto, el socialismo no supone la realización del principio nacional, sino su superación (una vez que se haya cumplido con la aplicación del derecho de autodeterminación y se hayan consolidado las relaciones socialistas en todas las esferas). La guerra entre las naciones -a diferencia de las guerras dinásticas de épocas anteriores- es, precisamente, un producto histórico de la revolución burguesa, es la forma en que mejor se manifiestan las contradicciones de la incipiente clase ascendente. Cuando el proletariado aparece en escena -sobre todo a partir de la Comuna de París, su guerra de clase contra la burguesía relega a un segundo plano, supera desde el punto de vista histórico -no político-, la guerra nacional.

Esto, naturalmente, en cuanto a la tendencia histórica. En la práctica, desde el punto de vista político, y más en la fase actual de desarrollo del capitalismo, cualquier movimiento de liberación nacional de un país oprimido no puede separar en su programa la lucha por la independencia nacional de la lucha contra el capitalismo transnacional. Pero también es verdad que la derrota en toda la línea del imperialismo no supone necesariamente socialismo o "poder obrero". También la burguesía nacional y la pequeña burguesía pueden, en determinadas circunstancias, encabezar esa victoria y no desear dar un solo paso más hacia adelante. Nos cansaríamos enumerando ejemplos de esto sólo de los últimos 50 años, pero nos limitaremos a citar uno paradigmático, Cuba, y uno reciente, el Congo-Zaire. En cambio, cuando es el proletariado quien encabeza el movimiento de independencia nacional no lo hace porque ésta sea el medio ideal para conquistar el "poder obrero" o porque sea la única forma de que triunfe "la lucha nacional". No, esto es secundario para el proletariado; al contrario, si el proletariado encabeza el movimiento nacional será para acercarse más y mejor a la realización no del principio nacional, sino del principio de la lucha de clases y, en concreto, de su dictadura de clase. En el socialismo "reinará la paz", no porque haya naciones libres de la opresión nacional, sino porque habrá naciones libres de la explotación capitalista. La liberación nacional, en el sentido burgués, capitalista, no excluye la guerra y la opresión, sino que, más bien, las incluye. En todo caso, lo único que excluye la guerra y la opresión es la liberación de clase. Y, en todo caso y en definitiva, la lucha nacional puede triunfar perfectamente sin "poder obrero", pero, desde luego, el socialismo no. Las dos cosas pueden ir juntas... o no.

Frases como que "la genuina independencia nacional es imposible en el capitalismo" sólo es correcta desde el punto de vista económico; pero desde el punto de vista político es postrarse ante lo que Lenin denominó economismo imperialista ([26]), es decir, sustituir el problema de la autodeterminación y de la independencia política de las naciones, de su independencia estatal, por el de su autonomía e independencia económica. Durante la Primera Guerra Mundial, algunos marxistas de izquierda europeos -con R. Luxeínburg a la cabeza- defendían exactamente estas mismas posiciones que los trotskistas defienden hoy. Veamos cuáles son las posiciones leninistas en este punto:

"Toda la vieja polémica de los socialdemócratas polacos contra la autodeterminación de las naciones se apoya en el argumento de que ésta es 'irrealizable' en el capitalismo. (...).

En general, la democracia política no es más que una de las formas posibles (aunque sea normal teóricamente para el capitalismo 'puro') de superestructura sobre el capitalismo. Los hechos demuestran que tanto el capitalismo como el imperialismo se desarrollan con cualesquiera formas políticas, supeditando todas ellas a sus intereses. Por ello es profundamente erróneo desde el punto de vista teórico decir que son 'irrealizables' una forma y una reivindicación de la democracia"([27]). 

Más en concreto:

"No menos erróneo sería eliminar uno de los puntos del programa democrático, la autodeterminación de las naciones, por ejemplo basándose en el supuesto de que es 'irrealizable' o 'ilusoria' en el imperialismo. La afirmación de que el derecho de las naciones a la autodeterminación es irrealizable en el marco del capitalismo puede ser comprendida en un sentido absoluto, económico, o en un sentido relativo, político.

En el primer caso, es profundamente errónea desde el punto de vista teórico. En primer lugar, en ese sentido son irrealizables en el capitalismo, por ejemplo, los bonos de trabajo o la abolición de las crisis, etc. Es completamente equivocado que sea irrealizable de la misma manera la autodeterminación de las naciones. En secundo lugar, incluso el solo ejemplo de la        separación de Noruega de Suecia en 1905 basta para refutar la 'irrealizabilidad' en este sentido. En tercer lugar, sería ridículo negar que con un pequeño cambio de las relaciones políticas y estratégicas, por ejemplo, de Alemania e Inglaterra, hoy o mañana es plenamente 'realizable' la formación de nuevos Estados: el polaco, el hindú, etc. (...).El dominio del capital financiero, como el del capital en general, no puede ser eliminado por ninguna transformación en el terreno de la democracia política; y la autodeterminación corresponde íntegra y exclusivamente a este terreno. Pero ese dominio del capital financiero no anula en lo más mínimo la importancia de la democracia política como una forma más libre, amplia y clara de opresión de clase y de lucha de clases. Por eso, todos los razonamientos acerca de que, bajo el capitalismo, es 'irrealizable' en el sentido económico una de las reivindicaciones de la democracia política, entrañan una definición erronea, desde el punto de vista teórico, de las relaciones generales y fundamentales existentes entre el capitalismo y la democracia política en general.

En el segundo caso, esa afirmación es incompleta e inexacta. Porque no sólo el derecho de las naciones a la autodeterminación, sino todas las reivindicaciones básicas de la democracia política son 'realizables' en el imperialismo únicamente de modo incompleto, desfigurado y a título de rara excepción (...). Mas, de ello, en modo alguno se deduce que la socialdemocracia deba renunciar a la lucha inmediata y más decidida por todas esas reivindicaciones (semejante renuncia no sería más que hacer el juego a la burguesía y a la reacción), sino precisamente lo contrario: la necesidad de formular y satisfacer todas esas reivindicaciones no de modo reformista, sino revolucionario; no limitándose al marco de la legalidad burguesa, sino rompiéndolo; no dándose por satisfechos con discursos parlamentarios y protestas verbales, sino arrastrando a las masas a la lucha activa, ampliando y atizando la lucha por toda reivindicación democrática fundamental hasta llegar al ataque directo del proletariado a la burguesía, es decir, a la revolución socialista que expropia a la burguesía. La revolución socialista puede estallar, no sólo con motivo de una gran huelga, o de una manifestación callejera, o de un motín de hambrientos, o de una sublevación militar, o de una insurrección colonial, sino también con motivo de cualquier crisis política, como el caso Dreyfus, o el incidente de Saverne, o de un referéndum en torno a la separación de una nación oprimida, etc.

El recrudecimiento de la opresión nacional en el  imperialismo hace necesario para la socialdemocracia que no renuncie a la lucha 'utópica', como la califica la burguesía, por la libertad de separación de las naciones, sino, al contrario, que utilice enérgicamente los conflictos que surgen también en este terreno como pretextos para la actividad de masas y las acciones revolucionariss contra la burguesía" ([28]).

Una vez establecida la diferenciación estratégica que, para la política proletaria, existe entre el principio nacional y el principio de clase, entre democracia y comunismo, prosigamos el repaso de las principales tesis que Stalin expone en su principal obra sobre la cuestión nacional.

Después de definir el movimiento nacional y de dejar establecido que, para el marxismo, una cosa son los intereses del proletariado y otra los derechos de la nación, por lo que defender el derecho de autodeterminación no implica apoyar todas y cada una de las reivindicaciones del programa nacional, sean cuales sean, Stalin añade que: "De ello se desprende que la solución de la cuestión nacional sólo es posible en conexión con las condiciones históricas, tomadas en su desarrollo" ([29]).  En este sentido, reclama el pertinente análisis del problema en Rusia y denuncia los intentos del Bund de copiar e importar sin crítica el modelo austríaco. En este punto, centra su atención en el análisis y crítica de las tesis de la autonomía nacional cultural. En primer lugar, su punto de partida:

"Los austríacos piensan realizar la 'libertad de las nacionalidades' mediante pequeñas reformas, a paso lento. Proponiendo la autonomía cultural-nacional como medida práctica, no cuentan para nada con cambios radicales, con un movimiento democrático de liberación, que ellos no tienen en perspectiva. En cambio, los marxistas rusos vinculan el problema de la 'libertad de las nacionalidades' con probables cambios radicales, con un movimiento democrático de liberación, no teniendo razones para contar con reformas" ([30]).

La tesis de autonomía nacional cultural, por tanto, parte del respeto de la "integridad estatal de Austria" ([31]) y plantea una táctica reformista para resolver el problema nacional. No cuestiona, por consiguiente, la correlación de fuerzas de clase que respalda ese Estado ni el dominio de clase dado, sino que plantea un pacto, una componenda con ese estado de cosas. La autonomía nacional cultural significa, entonces, la renuncia a la vía revolucionaria de solución de los problemas y la renuncia a destruir el Estado opresor. Más adelante, refiriéndose a la exigencia de instituciones de carácter nacional sobre las que los más acérrimos abanderados de la autonomía nacional cultural en Rusia -el Bund- insistían, Stalin profundiza esta crítica añadiendo que la autonomía nacional cultural no sólo renuncia a la revolución y a la destrucción del Estado, sino también a la democracia. Puesto que sólo interesa preservar la identidad nacional a través de "instituciones", pues no se considera que la democracia, de por sí, pondría fin a los "atentados" contra las minorías, pues no se ve que "lo decisivo no es la Dieta misma (las instituciones), sino el orden de cosas reinante" (la democracia) ([32]), entonces la ruptura de hecho con los principios de libertad, igualdad y fraternidad será el resultado más probable, a cambio de la progresiva demanda de privilegios y organismos diferenciados y diferenciadores pira su nación.

Después de demostrar que, para Rusia, la cuestión nacional no puede ser presentada -como podría ocurrir en Austria- como cuestión independiente, "sino como parte del problema general y más importante de liberar al país de los restos feudales" ([33]), y de establecer que, en concreto, en este problema lo que resulta decisivo -a diferencia, tal vez, de Austria- no es la cuestión nacional, "sino la cuestión agraria", siendo aquélla una cuestión subordinada ([34]), Stalin se centra en la forma concreta que la tesis de autonomía nacional cultural adopta en el programa de la socialdemocracia austríaca, principalmente "la sustitución absolutamente incomprensible y no justificada, en modo alguno, de la autodeterminación de las naciones por la autonomía nacional" ([35]), conceptos bien diferentes, pues la autonomía nacional cultural "implica la integridad del Estado compuesto por varias nacionalidades, mientras que la autodeterminación se sale del marco de esa integridad", y "la autodeterminación da a la nación toda la plenitud de derechos, mientras que la autonomía nacional sólo le da derechos 'culturales'" ([36]). Para Stalin, la pretensión de sustituir la autodeterminación por la autonomía nacional como principio programático del proletariado "es una sutil variedad del nacionalismo", pues "quien acepta la autonomía nacional tiene que aceptar también esta 'nueva' misión": "la de 'crear', la de 'organizar' la nación" y olvidarse de "organizar al proletariado", lo que "equivale a abandonar las posiciones de clase, a pisar la senda del nacionalismo" ([37]).

Seguidamente, Stalin se burla de la teoría de Bauer sobre el desmembramiento de la humanidad "en comunidades nacionalmente delimitadas" en el régimen socialista ([38]), dado que "la trayectoria del desarrollo de la humanidad moderna", por el contrario, señala la tendencia contraria a la caída y el desmoronamiento de las barreras nacionales ([39]).

En conclusión y como colofón a la crítica de la tesis de autonomía nacional cultural, Stalin denuncia que supone la sustitución del principio socialista de la lucha de clases por el principio burgués de la nacionalidad, que, bajo esta forma "sutil", el nacionalismo "se enmascara hábilmente con frases socialistas", y que, más aún: "No sólo prepara el terreno al aislamiento de las naciones, sino también a la fragmentación del movimiento obrero unido" ([40]).

"De lo expuesto se desprende que la autonomía cultural-nacional no resuelve la cuestión nacional. Lejos de ello, la exacerba y la embrolla, abonando el terreno para escindir la unidad del movimiento obrero, para aislar a los de los obreros por nacionalidades, para acentuar las fricciones entre ellos.

Tales son los frutos de la autonomía nacional"([41]).

Stalin continúa su ensayo repasando y refutando las tesis principales de los defensores más destacados en Rusia de la autonomía nacional cultural, el Bund, los socialdemócratas caucasianos y la Conferencia de agosto de los liquidadores, a la vez que propone soluciones concretas a los problemas nacionales de los judíos y los pueblos transcaucásicos, en los que no nos vamos a detener para no caer en la reiteración y porque, además de haber perdido actualidad, exponen aspectos que son secundarios para los fines de este trabajo.

Stalin termina su obra proponiendo el programa que resolvería la cuestión nacional en Rusia desde el punto de vista del marxismo. Este programa consta de cinco puntos:

1º) "(...) la plena democratización del país como base y condición para solucionar la cuestión nacional" ([42]).

2º) (...) el derecho de autodeterminación como punto indispensable para resolver la cuestión nacional" ([43])

3') Para las naciones que quieran permanecer dentro del marco de un Estado multinacional, la solución es la autonomía regional, que permite organizar una población determinada en un territorio determinado, que no refuerza las barreras nacionales, sino que las derriba y permite abrir el camino para el deslindamiento por clases, y que facilita el desarrollo económico local ([44]).

4º) En relación con las minorías, éstas no necesitan la "unión nacional", sino plenos derechos en el lugar donde viven, plena democracia, que les permita utilizar su lengua, educar en sus escuelas en su idioma y disfrutar de plena libertad (de cultos, de asociación, de movimientos, etc.); es decir, "la igualdad nacional de derechos en todas sus formas (idioma, escuelas, etc., etc.) como punto indispensable para resolver la cuestión nacional" ([45])

5º) Finalmente, frente a todo eso y para contrarrestar cualquier tendencia al federalismo o al separatismo de los obreros y para fomentar su unidad de clase, "el principio de la unión internacional de los obreros como punto indispensable para resolver la cuestión nacional" ([46]).



Notas:

[1] LENIN, V.I.: OC., t. 48, p. 183

[2] STALIN, J.: Op. cit., p. 316

[3] Ibídem

[4] Cfr., STALIN, J.: Op. cit., p. 318

[5] STALIN, J.: Op. cit., 319

[6] Ibídem, p. 320

[7] Ibid., p. 321

[8] Ibid., págs. 320 y 321

[9] Ibid., p. 323

[10] Ibid., p. 325

[11] Ibid., p. 326

[12] Ibídem. Habría que matizar aquí, pues Stalin está resumiendo un período histórico en el que la burguesía vivía su fase ascensional, que en la actualidad, en la época postrera del capitalismo, cuando la burguesía está, desde la perspectiva histórica, en retroceso, pero cuando aún hay naciones oprimidas en el seno de Estados imperialistas y, por tanto,sí tiene lugar todavía una pugna por el mercado dentro de esos Estados, que esa burguesía o pequeña burguesía nacional oprimida ya no está interesada en implementar movimientos nacionales de masas del tipo que describe Stalin, propios de la primera época del capitalismo; porque, precisamente, el grado de desarrollo de la lucha de clases y de la conciencia y organización proletarias pondría rápidamente en peligro su hegemonía en ese movimiento (y, en relación con esto, tampoco es muy probable que el proletariado de la nación oprimida -sometido al fuego cruzado de la propaganda de "su" burguesía y de la del Estado imperialista- se dejase arrastrar a un movimiento revolucionario nacional, sin exigir que el programa de dicho movimiento incorporara reivindicaciones obreras; de ahí cierta demagogia "de izquierdas", "obrerista", "socialista" en el discurso de algunos de esos nacionalistas, de los más radicales, que no suele ir demasiado lejos para no perjudicar los intereses de su clase). De ahí que, puesto que esa burguesía de la nación oprimida teme más a la revolución que a su competidor burgués, está interesada en poner en marcha sólo un pequeño movimiento militar respaldado testimonialmente por un más amplio movimiento político o de opinión, más con el objetivo de presionar y forzar a una solución negociada del conflicto con el Estado opresor que a desbancarlo o a destruirlo completamente. Desde luego, como ocurre en el Ulster o en Euskal Herria, la mejor táctica para lograr esto es el terrorismo.

[13] Ibid., p. 327

[14] Ibid., p. 328

[15] Ibid., p. 325

[16] Ibid., p. 327

[17] Ibid., p. 328

[18] Ibid., págs. 328-330

[19] Ibid., p. 330

[20] Ibid., p. 331

[21] Ibid., p. 332

[22] LENIN, V.I.: OC., t. 48, p. 268

[23] LENIN; V.I.: OC., t. 30. p. 53

[24] Ibídem, p. 22

[25] Marxismo y cuestión nacional. Ed. Socialismo Internacional. Barcelona. 1995; p. 10 (la negrita es nuestra -N. de la R.). Este documento fue adoptado como posición oficial por el Socialist Workers Party de Gran Bretaña. en 1988.

[26] "Es una especie de 'economismo imperialista' semejante al viejo 'economismo' de los años 1894-1902, que razonaba así: el capitalismo ha triunfado, por eso no vienen al caso las cuestiones políticas. ¡El imperialismo ha triunfado, por eso no vienen al caso las cuestiones políticas! Semejante teoría apolítica es profundamente hostil al marxismo. (... ).

"Los viejos 'economistas', que convertían el marxismo en una caricatura, enseñaban a los obreros que para los marxistas 'sólo' tiene importancia lo 'económico'. Los nuevos 'economistas' piensan o bien que el Estado democrático del socialismo triunfante existirá sin fronteras (como un 'complejo de sensaciones' sin la materia), o bien que las fronteras serán determinadas 'sólo' de acuerdo con las necesidades de la producción. En realidad, esas fronteras serán determinadas democráticamente, es decir de acuerdo con la voluntad y las 'simpatías de la población. El capitalismo violenta estas simpatías, agregando con ello nuevas dificultades al acercamiento de las naciones. El socialismo, al organizar la producción sin la opresión clasista y asegurar el bienestar de todos los miembros del Estado, brinda por lo tanto plena posibilidad de manifestarse a las 'simpatías' de la población y. precisamente como consecuencia de ello, alivia y acelera de modo gigantesco el acercamiento y la fusión de las naciones." (LENIN, V.I.: OC., t. 30, págs. 20 y 21)

[27] Ibídem, págs. 23 y 24

[28] LENIN, V.I.: OC., t. 27, págs. 265-267

[29] STALIN, J.: Op. cit.. p. 334

[30] Ibídem, 337

[31] Ibídem, 336

[32] Ibídem, 359

[33] Ibídem, 339

[34] Ibídem, 340

[35] Ibídem, 347

[36] Ibídem, p. 348

[37] Ibídem, p. 350

[38] Ibídem, p. 347

[39] Ibídem, p. 351

[40] Ibid., p. 352

[41] Ibid., p. 353

[42] Ibid., p. 383

[43] Ibid., p. 384

[44] Ibid., págs. 384-386

[45] Ibid., p. 387

[46] Ibid., p. 391