El austromarxismo

El verdadero origen del problema, la formulación de la tesis sobre la autonomía nacional cultural, en realidad, fue obra del Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ). Fundado en 1888 en Hainfeld sobre unas bases ideológicas inspiradas más en la conciliación entre corrientes (radicales, de influencia anarquista, y moderados, de orientación marxista) que en la pureza de los principios, a la larga no pudo evitar reflejar en su política la situación del multinacional Estado de los Habsburgo. En 1897, en el Congreso de Wiemberg, el SPÖ sustituyó la unidad orgánica del partido por una alianza federal de 6 grupos socialdemócratas nacionales (alemán, checo, polaco, ruteno, italiano y yugoslavo). Sólo les unía un Congreso común y una Directiva Central para todos. Dos años después, en Brünn, por un lado, fue aprobado un ambiguo programa sobre las nacionalidades que realmente expresaba un compromiso, "insatisfactorio desde el punto de vista del internacionalismo" -como diría Lenin ([1])-, entre las diversas corrientes del SPÖ, sobre todo entre los que allí llevaron una propuesta de completa autonomía nacional cultural el grupo yugoslavo- y quienes, como V. Adler, utilizaron su prestigio y presionaron en favor de la autonomía territorial, compromiso que preveía la transformación de Austria en un Estado con regiones autónomas nacionales, pero donde las minorías ubicadas en otros territorios podían formar Uniones (Verbanden) con el resto de las comunidades de su nacionalidad, de manera que puede decirse que el programa de Brünn diseña un Estado de tipo federal con autonomía nacional y cultural. Por otro lado, en lo referente a la estructura del partido, en este Congreso aquella Directiva Central fue transformada en órgano federal integrado por los comités ejecutivos de los partidos socialdemócratas nacionales. Hacia 191 1, el SPÖ no existía. Como dirá Stalin después: "El federalismo en la organización alberga en su seno elementos de descomposición y de separatismo" ([2]). El federalismo organizativo liquidó al SPÖ. Como la "idea de la autonomía nacional sienta las premisas psicológicas para la división del partido obrero unido en diversos partidos organizados por nacionalidades" ([3]), y como "la autonomía nacional conduce al nacionalismo" ([4]), que se traduce en federalismo y después en separatismo en lo referente a la organización del movimiento obrero -como demostraba fehacientemente la experiencia austríaca-, no debe extrañarnos que Lenin diese la voz de alarma en el mismísimo instante en que la idea de autonomía nacional cultural fue introducida en el discurso bolchevique por algunos de sus dirigentes. El liquidacionismo, contra el que tanto había luchado Lenin desde 1906 (primero como congreso obrero, luego como legalismo y otzovismo y después como unidad fraccional), se presentaba ahora en la forma de nacionalismo apenas disimulado.

La tesis de autonomía nacional cultural ocupó un puesto destacado dentro del acervo teórico-político de la escuela revisionista de pensamiento socialista conocida como austromarxismo, formada por intelectuales vinculados al SPÖ. Uno de los principales y de los primeros en plantear teóricamente la fórmula de autonomía nacional cultural fue Karl Renner. Pero en lo que más centró su atención este dirigente socialdemócrata fue en el desarrollo de su Sociología del Derecho, de cuyos planteamientos bebió la práctica política del SPÖ. Según Renner, el Estado no es un órgano de opresión de clase, sino un poder ordenador y moderador; no se contrapone, tampoco, a la sociedad civil, como indicara Hegel, sino que, por el contrario, es su órgano más caracterizado, por lo que podía ser eventualmente utilizado al servicio de la clase obrera. Además de rechazar el método de destrucción del Estado, Renner niega esta vía también en la esfera de la economía: para él, el desarrollo experimentado por el capitalismo tras la muerte de Marx había provocado la separación entre propiedad y fuerza ejecutiva, de manera que el propio capital prepara por sí mismo la socialización de la propiedad. Desde estos planteamientos, Renner niega el antagonismo entre burguesía y proletariado, la polarización de la lucha de clases y, en consecuencia, la necesidad de destruir el Estado. Por el contrario, según él, "el Estado será la palanca del socialismo", y la lucha por la realización de este principio debía llevarse a cabo sin violencia, no como lucha entre poderes, sino como "pugna de derecho".

El revisionismo alemán de corte bernsteiniano apenas influyó en el SPÖ. Tampoco hacía falta. La defección del marxismo de la teoría que inspiraba la política de la socialdemocracia austríaca era abierta y las consecuencias para la revolución en aquel país, previsibles. Víctor Adler, fundador del partido y uno de sus principales dirigentes históricos, definió de manera paradigmática la posición del austromarxisino hacia la revolución (posición que jamás pudo conciliar teoría y acción, lo cual, si en Renner condujo al ensalzamiento de la voluntad a la vez que profesaba un profundo pesimismo sobre la posibilidad de trasformar la realidad, en Bauer y el propio Adler llevó a la pasividad subjetiva frente al desarrollo de los acontecimientos, al puro pragmatismo posibilista) ante el 1 Congreso de la Internacional Socialista, celebrado en París en 1889, en los siguientes términos: 

"En la hora última, cuando el orden social capitalista se hunda -y se hundirá por sí mismo, sin que haya que ayudarlo, por decir así-, el destino del proletariado se decidirá según el grado de desarrollo espiritual que haya alcanzado. Tenemos menos influencia en la llegada de este momento de lo que nosotros mismos nos concedemos, mucho menos de los que nuestros adversarios temen... Pero una cosa está en nuestro poder: prepararnos para ese momento... Estar preparados; eso es todo" ([5]). 

No comment. 

El verdadero teórico de la autonomía nacional cultural, sin embargo, fue Otto Bauer, que continuó y profundizó los planteamientos de Renner principalmente con su obra, publicada en 1907, El problema de las nacionalidades y la socialdemocracia. Bauer estaba convencido de que la tendencia al mantenimiento del espacio económico único que representaba el Estado austro-húngaro era más fuerte que las fuerzas centrífugas nacionalistas, que se neutralizaban entre sí. Por eso, para Bauer, el capitalismo moderno organizaría las relaciones internacionales desde Estados imperialistas plurinacionales con relaciones de dominio internas, lejos del ideal del Estado-nación independiente que, para él, la burguesía había traicionado. Por ello, según Bauer, la clase trabajadora debía recoger el testigo y contraponer a la política de la burguesía una "política nacional evolucionista". De hecho, en esto consiste la revisión baueriana del marxismo, en su derivación histórica de la nacionalidad, en convertirla en el eje y motivo del desarrollo histórico ([6]). Bauer no cree en la extinción de la nación como categoría histórica producto de la sociedad de clases ([7]). Al contrario, si alguna formación social sobrevivirá a la extinción de las clases, esa será la nación, pues el principio de las nacionalidades sólo podrá realizarse en el socialismo. Desde esta idea, Bauer organiza el plan de estructura federal supranacional socialista de los Estados Unidos de Europa, donde, gracias a la desaparición del dominio extranjero y de la competencia capitalista, no se darían ya conflictos nacionales de importancia. 

El esquema evolucionista con el que Bauer historia el desenvolvimiento de la nación responde completamente al modelo dialéctico hegeliano. La nación, en un primer momento, conforma una unidad en la primitiva sociedad comunista. En el período de aparición de la propiedad privada y de las clases, esa unidad se desmembra formando culturas particulares. Con el capitalismo, tiene lugar un proceso de integración en sentido inverso que afecta a las clases dominantes y excluye a las masas populares. En esta época se va formando la comunidad de destino, que no significa igualdad de clases, sino la común participación en la producción y en la división del trabajo, donde el lenguaje común, sin ser por ello la garantía de la unidad nacional, se convierte en el instrumento de la comunidad. Del desarrollo de la comunidad de destino surge la comunidad de carácter, que trasciende los límites de las clases y que constituye el contenido específico de la nación. Para Bauer, por tanto, la nación no es una suma de individuos, como defiende el liberalismo, sino un producto histórico resultado de específicas condiciones sociales. Después de este despliegue histórico por el que la idea de nación toma cuerpo social (el Dasein hegeliano), tiene lugar el tercer y último momento del movimiento: el volver-a-sí-misnio, la realización de la nación en el socialismo, una vez superadas las contradicciones de clase y toda vez que la nación por fin puede manifestarse como comunidad de voluntades con una identidad interna.

Evidentemente, Bauer no sólo identifica emancipación nacional con emancipación social, sino que suplanta el verdadero sentido y significado marxista de la lucha de clases: la liberación de la humanidad de la explotación, la opresión, la guerra, etc. Todo queda reducido a la liberación de las naciones. La emancipación de las trabas de las sociedad de clases -que encadenan al individuo como sujeto soberano, libre y societario- en el comunismo, es sustituida aquí por la imposición de un solo modo de organización colectiva que, lejos de abrir las fronteras y los horizontes humanos, los encajona y cercena. Pero igual que el modelo que guió las lucubraciones de Bauer -el Imperio austro-húngaro- apenas duró una década desde la publicación de El problema de las nacionalidades, así la experiencia histórica ha demostrado y sigue demostrando no sólo que el principio nacional puede realizarse perfectamente bajo el capitalismo (ver, por ejemplo, la herencia de la URSS, Checoslovaquia, etc., que se dividieron en diferentes Estados nacionales), sino que continúa generando guerra y, sobre todo, que su desarrollo no conduce al socialismo, sino que engendra más y más capitalismo.

Tergiversando el principio internacionalista defendido por Marx y Engels en su famoso Manifiesto, Bauer aseguró que el proletariado representa la auténtica clase nacional, la única que, como clase excluida del goce de todos los bienes culturales nacionales y como única clase completamente liberada del nacionalismo burgués, puede realizar plenamente las fuerzas espirituales y culturales de la nación. Como, por otra parte, lejos de confiar en la capacidad transformadora de la actividad consciente del proletariado, depositaba sus esperanzas en el desarrollo económico, que por sí solo iría moldeando las condiciones del socialismo, Bauer veía en la consigna de autonomía nacional cultural un primer paso en la dirección de la realización de la comunidad nacional, dentro del capitalismo, sin la necesidad de cuestionar sus estructuras políticas ni sus relaciones sociales, puesto que -siguiendo a Renner- si la nación es más una comunidad espiritual cultural que una comunidad material, en este ámbito pueden separarse perfectamente las tareas generales del Estado (política económica, defensa y asuntos exteriores, principalmente) de los temas culturales, de modo que podrían crearse unidades de autoadministración nacional, reduciendo la cuestión nacional a su núcleo cultural. De esta manera, las nacionalidades se convertirían en corporaciones de derecho público, basadas en el principio personal (no territorial), y, en su conjunto, el Estado configuraría una estructura unitaria descentralizada con administración autónoma nacional (no local), sin alcanzar el federalismo en sentido estricto. En otras palabras, las instituciones nacionales del Estado legislarían y aplicarían normas en materia cultural (lengua, enseñanza, etc.) imputables a los individuos en función de su nacionalidad, independientemente del lugar en que vivan dentro del territorio de ese Estado y de que allí exista o no una comunidad nacional dada. Como el disfrute de los derechos nacionales es personal, basta con que exista un solo individuo de determinada nacionalidad en determinado territorio para que allí rija la legislación nacional-cultural de la comunidad a la que pertenece. Naturalmente, esto es absurdo. Por eso, incluso el Congreso de Brünn, que abrió las puertas al programa de autonomía nacional cultural, estableció un límite territorial al principio personal ([8]).

Para terminar este repaso de las tesis principales del austromarxisino sobre la cuestión nacional, transcribimos la valoración general que hace Lenin de la obra de Otto Bauer:

"Con frecuencia se justifica la consigna de 'autonomía nacional cultural' haciendo referencia a Austria. En lo que atañe a esa referencia, debe tenerse en cuenta (...) que hasta un publicista tan prudente como K. Kautsky (...) ha admitido que el punto de vista del principal teórico austríaco del problema nacional, Otto Bauer (...), constituye una exageración del elemento nacional y una terrible subestimación del elemento internacional" ([9]).



Notas:

[1] LENIN, V. I.: OC., t. 23, p. 222

[2] STALIN, J.: Op. cit., p. 365

[3] Ibídem. p. 352

[4] Ibídem. p. 358

[5] Cfr. FETSCHER, I.: Socialismo. De. Luis de Carlat. Barcelona, 1971; p. 229

[6] Como diría Stalin: "Por eso. precisamente, la política llamada 'evolutivo-nacional', propuesta por Bauer, no puede ser la política del proletariado. El intento de Bauer de identificar su política 'evolutivo-nacional' con la política 'de la clase obrera moderna' es un intento de adaptar la lucha de clase de los obreros a la lucha de naciones" (STALIN, J.: Op. cit., págs. 331 y 332)

[7] "El objetivo del socialismo no consiste sólo en acabar con el fraccionamiento de la humanidad en Estados pequeños y con, todo aislamiento de las naciones, no consiste sólo en acercar a las naciones, sino también en fundirlas" (LENIN, V.I.: OC., t. 27. p. 268)

[8] Ver LENIN, V.I.: OC., t. 24, págs, 330 y 331, donde Lenin, ante la "muy extendida errónea opinión de que en dicho congreso se adoptó la denominada 'autonomía cultural-nacional'" en sentido puro, subraya y destaca el ingrediente territorialista introducido en el punto 3 del programa aprobado en Brünn, que amortiguaba las consecuencias extremas del principio de autonomía nacional cultural, circunstancia ésta sobre la que insiste para refutar a los principales alumnos en Rusia de la escuela austríaca, el Bund, que no tenía en cuenta para nada el factor territorial (ídem en OC., t. 23, p. 222). Ver también, STAlIN, J.: op. cit., p. 343, donde, por el contrario y como corresponde a una crítica general del programa de autonomía nacional austríaco, Stalin minimiza la importancia de las "huellas de 'territorialismo'" que aparecen en aquel programa y lo juzga como modelo de "la formulación de la autonomía nacional".

[9] LENIN, V. I.: OC., t. 23, p. 222